Enero en Argentina ha sido históricamente un mes desordenado y hasta calamitoso en materia económica. El año pasado, por ejemplo, hubo una fuerte devaluación que se tradujo en un sacudón de precios. Decididamente, este verano pinta distinto.
En el plano financiero, el crédito que conocemos como Repo y que el Gobierno obtuvo el último viernes ofrece un respiro, no tanto por el monto de US$ 1.000 millones, como por la señal de que Argentina pudo volver al mercado internacional.
Además, la noticia de que ya están los US$ 5.313 millones para pagar a los acreedores privados es otro indicador de calma que augura un dólar quieto. Mientras, los bonos, pese a una suba real en dólares de 100% en 2024, seguirán en alza; y el riesgo país volvió a bajar y cerró en 610 puntos la semana pasada.
Pero en el plano productivo hay otro cantar, con la excepción de los sectores de la energía y la minería. Los industriales, a los que Javier Milei les dice que tienen que adaptarse o morir, piden que les nivelen la cancha frente a la apertura de la economía. Aseguran que los impuestos en nuestro país son más del doble que en Brasil o México, y los costos laborales y logísticos muy altos.
En el campo, por su parte, el mejor clima tampoco alcanza para disimular la pérdida de rentabilidad frente a precios internacionales que se desplomaron y las retenciones que llegan al 33% en el caso de la soja.
Así, el 2025 arranca con un panorama despejado en el plano financiero, pero con advertencias de desindustrialización.