La derrota es un golpe seco, potente y demoledor que desgrana cualquier espíritu entusiasta. No existe un dirigente político capaz de soportar tres derrotas consecutivas sin sentir un puñal en su ego y un escozor en su cuerpo. Por ese cúmulo de sensaciones atravesó Sergio Massa en los últimos seis meses. Es consciente de ese pesar. La aceptación de la realidad le dio el impulso necesario para volver a trabajar en la construcción de un esquema político y mirar hacia adelante. Esta vez la apuesta será bajo el enorme paraguas peronista.


