Algunos números del modelito que cruje:
Había luces amarillas por todos lados: el Gobierno no las quiso ver
Por Alcadio Oña
Desde enero de 2007, cuando Guillermo Moreno empezó a meter mano en el INDEC, la inflación real acumula 189 % y el dólar oficial apenas 43 %, o sea, menos de la cuarta parte .
Entre 2004 y 2011, las importaciones escalaron desde US$ 22.445 millones a US$ 73.922 millones. Casi redondo, un 230 % .
En 2004, el balance comercial energético había arrojado un saldo favorable de US$ 5.192 millones: después de contraerse sin pausa, el año pasado viró a un déficit de US$ 2.931 millones . Las importaciones de gas y combustibles saltaron 828 % durante el mismo período y en el camino se perdió el autoabastecimiento.
A partir de 2008, se fugaron del sistema financiero arriba de 80.000 millones de dólares .
En 2004, había un superávit fiscal equivalente al 2,6 % del PBI. Hacia 2009 ya comenzaba a cambiar de signo y 2011 terminó con un rojo del 1,9 %, que trepa al 2,9 % si se descuentan las rentas del Banco Central y la ANSeS.
Cuando arrancaron, en 2005, los subsidios sumaban $ 3.478 millones. El año pasado, alcanzaron impresionantes $ 74.497 millones: para el caso, la subida canta más del 2.000 % .
La serie tiene, entre otros, un rasgo común. Se trata de indicadores clave que, en su trayectoria, describen cómo fue desmejorando la salud de la economía.
Cualquiera sea el punto de partida que uno elija, el proceso lleva consumidos de cuatro a siete años, un tiempo lo suficientemente prolongado como para que nadie se declare sorprendido o alegue que no vio las señales amarillas. Las salidas de corto plazo y el parche sobre parche son un método que va agotándose y deja al descubierto, al fin, notorias fallas en la gestión.
Esos remedios pueden ser útiles para ganar tiempo, pero sólo si durante ese tiempo el Gobierno busca y acierta con respuestas articuladas que limpien el terreno. De lo contrario, estará en el mismo lugar o peor, en uno donde la dinámica de las cosas no resueltas acentúe los problemas: es lo que muestra la evolución de aquellos indicadores clave.
Ultimamente, la encerrona tiene color verde intenso y se expresa en la interminable, intrincada cadena de medidas dominadas por el intento de taponar cada agujero del mercado cambiario. Y si prevalecen el apuro y la improvisación, no hay manera de asimilar esto a una política planificada.
¿A nadie se le ocurrió pensar que algo así podía suceder, cuando ostensiblemente la inflación corre mucho más rápido que el dólar oficial? O que, por lo mismo, llegaría el momento en que grandes, medianos y chicos sentirían la tentación de escaparle al peso y refugiarse en el dólar. Hasta el tradicional recurso de invertir en ladrillos quedó atrapado por la maraña de Moreno.
Según cuentan en despachos oficiales, Cristina Kirchner fue quien dio la orden de implantar el cepo cambiario . Y es la que maneja los tiempos.
Quizás porque se cree bueno para los argumentos, el senador Aníbal Fernández ha devenido en vocero de circunstancia, ahora incómodo. Y lo hace a su manera: “Sería un suicidio liberar el dólar”, dijo esta semana.
Ya que está en ese papel, no vendría mal que aclarase por qué sería un suicidio: el único en condiciones de liberar el dólar es el propio Gobierno . Y, de paso, que explicara por qué se llegó a un extremo semejante . Suena a pedirle demasiado.
“Vayan haciéndose a la idea de que la Argentina tiene que pensar en pesos”, fue otra contribución del ex jefe de Gabinete a la tranquilidad general. ¿Por qué justo ahora , si han pasado diez años desde que el kirchnerismo puso pie en la Casa Rosada? La respuesta sale del mercado.
Suelto de cuerpo, Fernández también justifica que atesora dólares porque “yo hago lo que quiero con mi plata”. El sí, ¿y los demás, qué? La Presidenta declaró 3 millones.
Una de las grandes obsesiones de Néstor Kirchner era evitar, a todo trance, las turbulencias cambiarias. Vale aclarar que cuando llegó al poder no había atisbos de dolarización de la economía.
Más que a propuesta, la declaración de Aníbal F huele a pesificación por las buenas o por las malas . Como si desandar el camino fuese sencillo o hubiera gran predisposición a quedarse en pesos con índices de precios del 23 o 24 %.
Las palabras rinden poco, si no van acompañadas por un plan en el que confluyan, armónicamente, varias herramientas de política económica. Y que ponga el foco en desactivar la inflación, un factor que genera distorsiones en todos los frentes.
Por de pronto, la armonía es un bien escaso en el equipo económico. Existen ministros en las formas, internas desatadas y, al fin, un grupo cuyo funcionamiento contradice el relato presidencial sobre el valor de “lo colectivo” . Tampoco se percibe una conducción estratégica dispuesta a ordenar movimientos y a trazar un horizonte claro.
Algunos especialistas hablan, ya, de la velocidad a la que avanzan los acontecimientos. De expectativas e incertidumbre, de inversión en caída y de la insistencia en una gestión con resultados a la vista.
“La recesión comienza a dejar de ser una probabilidad” , concluye uno de ellos.
Beatriz Paglieri, álter ego femenina de Moreno, le puso el moño al paquete. Pero sin descubrir la pólvora: “Debemos reducir las importaciones porque necesitamos dólares”, dijo. No parece un tranquilizante apropiado mentar tan seguido a la moneda que está en boca de todos , aún de quienes ni siquiera pueden acercársele.
http://www.ieco.clarin.com/economia/luc ... 28943.html