En la década del 20, la Argentina ofrecía condiciones de trabajo similares a las de Europa occidental y los EEUU. Esto no era el paraíso, como no lo era el resto del mundo.
En cuanto a la década del '30, en la que trabajaron mis padres y mis tíos, paso a relatar. Mi abuelo tenía un pequeño taller metalúrgico (fabricaba instrumental quirúrgico, espadas para el ejército, repuestos para los subterráneos y los tranvías...) y quiso que sus dos hijos mayores, que habían aprendido el oficio con él, conocieran más. Y los mandó a trabajar de obreros a la que consideraba la mejor empresa metalmecánica de la época, hacia 1928. De lunes a viernes, 8/9 horas y los sábados medio día, el llamado "sábado inglés". Ascendieron rápidamente y, cuando se retiraron a mediados de los '30 para crear su propia empresa, recibieron sendas cartas de recomendación, que conservaban con orgullo, aunque nunca usaron. Comenzaron como subcontratistas de su antiguo patrón, con el que mantuvieron una relación de amistad hasta la muerte de éste. Luego se abrieron a otros trabajos y prosperaron. Yo me crié en el taller, y a partir de los 10 años (1946), cuando estaba de vacaciones, me ganaba unos pesos, como un obrero más. El esquema era bastante paternal, se trabajaban 8 horas, incluyendo medio sábado, y se pagaban aguinaldos a fin de año (no eran obligatorios) de acuerdo con la evaluación de cada caso. Por cierto, el taller nunca tuvo más de 30 o 40 obreros. Por una serie de circunstancias desgraciadas, decidimos cerrarlo en 1963, lo que se hizo consensuadamente. No tuvimos un solo juicio laboral.
¿Había abusos? Por supuesto. Pero Perón no inventó la leyes laborales, muchas de las cuales existían "de facto" antes de que el Congreso las hiciera obligatorias. Ni los patrones eran tratantes de esclavos, ni los obreros estúpidos o apocados. Del mismo modo que la mayor parte de la gente era decente, porque las costumbres de la época así lo establecía. Pero había ladrones y asesinos, pero menos y con códigos. Tomar la excepción como la regla es, en el mejor de los casos, tonto. Y hay mucha mala fe en la prédica política.