Apropósito de los subsidios :
El fin de la universalidad
 Por Claudio Scaletta
La deshonestidad intelectual de algunos discursos no deja de sorprender. Desde el inicio del camino iniciado para superar el fracaso de la convertibilidad, el neoliberalismo vernáculo criticó cualquier forma de subsidios. No sólo los asoció al gasto, sino a la corrupción. Parte de su cruzada fue poner el foco en las injusticias propias de la universalidad, generalmente hablando en primera persona: 
“¿Cómo puede ser que me subsidien a mi?”. Razonamiento que no se aplica, por ejemplo, cuando se habla de las rentas financieras. Con estos antecedentes, resulta cuanto menos notable que en las últimas semanas, cuando finalmente el Gobierno decidió a avanzar en la complejo desmonte de la universalidad en algunos subsidios, quitándolos de los sectores que no los necesitan y solamente a ellos, la prensa hegemónica y los analistas de la city presentaron las decisiones como una catástrofe de gran impacto sobre los consumidores y las variables económicas. La deshonestidad intelectual llegó a tal punto que hasta no faltaron ortodoxos hablando del impacto en la demanda que provocará la reducción del ingreso disponible.
...Privatizar arrodillados vergonzosamente no sólo significó vender a precio vil las empresas públicas, capital social sometido previamente a un prolongado proceso de deterioro, sino renunciar a la soberanía jurídica y monetaria del Estado nacional. Así,
 la relación con “las privatizadas” quedó bajo la jurisdicción de tribunales internacionales y las tarifas abonadas por los consumidores argentinos fueron referidas al valor del dólar y ajustadas por la inflación de Estados Unidos.
...Terminado el régimen de convertibilidad, el panorama de las privatizadas era desolador. Por un lado juicios en el Ciadi, por otro, tarifas pesificadas que impedían desde el sostenimiento operativo al pago de deuda externa de las empresas. Tratándose, en la mayoría de los casos, de la provisión de servicios públicos y energía, la solución debió ser impulsada por el Estado. A lo largo del tiempo, los mecanismos fueron variados, desde las reestatizaciones en los casos más insostenibles (Correo, Aguas, Aerolíneas) a los subsidios. Que las tarifas hayan sido subsidiadas significó dos cosas. Primero, el mantenimiento de los ingresos de las empresas proveedoras, aunque no al 100 por ciento en dólares, ya que los costos pasaron a ser en pesos. Segundo, un menor costo para los usuarios: familias y empresas en general.
 Así, vía las transferencias del Estado bajo la forma de subsidios, la totalidad de las empresas de la Argentina resultaron beneficiadas en su estructura de costos. Costos más bajos significaron más competitividad y más ganancias. Luego, las familias, al pagar menos por los servicios, tuvieron un mayor ingreso disponible, lo que se volcó al consumo y traccionó la demanda agregada, retroalimentando, vía el multiplicador keynesiano, el crecimiento de la economía. La intervención vía subsidios resultó no sólo necesaria, sino virtuosa. Claro que los que continuaron y continúan mirando con anteojeras neoliberales, con perspectiva estático-contable, sólo siguieron viendo gasto. Al igual que “los expertos” que profundizan la crisis europea del presente, no fueron ni son capaces de comprender las interacciones económicas que determinaron que dicho “gasto” resultara autofinanciado por el propio crecimiento.
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