rapolita escribió: ↑
Esto es hiperinflación.png
Disculpe Sr Rapolita, agrego a su post, algo que me parecio aparente que encontre, para complementar, un gran saludo.
¿El impacto conjunto de la deuda externa y la pandemia son comparables con las consecuencias de la Primera Guerra Mundial? Si pensamos en los efectos de la deuda argentina y las reparaciones alemanas la tentación de responder por la afirmativa es difícil de resistir. Al desviar parte de la recaudación para cubrir obligaciones externas ambas impusieron fuertes restricciones sobre la capacidad de los gobiernos para hacer política económica. Es más, dado que por razones políticas o socioeconómicas no se pudo o quiso aumentar los impuestos, en los dos casos los gobiernos recurrieron a préstamos externos. Tras repetidos defaults de los pagos en especie, en 1924 y 1929 los gobiernos alemanes acordaron con los banqueros norteamericanos Dawes y Young un plan para el pago escalonado de las reparaciones. De los 132 billones de marcos oro estipulados por la Conferencia de Londres (1921) Alemania terminó pagando entre 17 y 19 billones (entre 2,1 % y 2,4 % del ingreso nacional para el período 1919-1932). La Gran Depresión y la Moratoria Hoover (1931) eliminaron el resto de un plumazo.
Más allá de los factores coyunturales que inducen a una semejanza algo engañosa, el factor central aquí es el hecho de que Alemania ya contaba con una economía industrial de larga trayectoria, altamente desarrollada y competitiva, e íntimamente integrada con el sector financiero. La guerra la descapitalizó pero una vez estabilizada la situación política y económica a mediados de los años 20, la economía alemana recobró su impulso. Lo mismo ocurrió después de 1945, aunque en un escenario político e internacional radicalmente diferente.
Por otra parte, algunas observaciones sobre un punto en el que sí creo que las similitudes entre Alemania y Argentina son comparables. En un texto clásico sobre el tema el sociólogo Rainer M. Lepsius calificó a los partidos de derecha del Reichstag (parlamento) como oposición “desleal”, concepto que en su sentido más profundo de falta de apego real (y no meramente formal) a los valores democráticos, no está demasiado lejos de las actitudes “destituyentes” de algunos sectores políticos locales. Ese fenómeno es parte de lo que cabría denominarse una “esfera pública antidemocrática” que en Weimar la conformaron los intelectuales y publicistas de la revolución conservadora (Carl Schmitt, Martin Heidegger, Oswald Spengler, Ernst Juenger, entre otros). En Weimar fue desde esa esfera pública que se montó una campaña para erosionar la credibilidad de la joven democracia alemana, campaña en la que abundaron, junto con la violencia física, los diagnósticos y pronósticos catastrofistas y un lenguaje anti-sistema saturado de discursos de odio.