atrevido escribió:Alguien puede postear links de Broda...
Nota sobre Broda y los Gurúes, escrita en 2008.
Deuda externa y esquizofrenia
La negociación de la deuda externa genera inquietud en la población y verborragia en los técnicos y gurúes. En esta edición, un análisis sobre los "análisis" que hacen algunos opinólogos profesionales sobre la deuda.
Es normal que un Ministro japonés defienda los intereses japoneses. También es normal que un periodista italiano defienda los intereses italianos. Normal es, además, que un mecánico alemán defienda los intereses alemanes ¿Por qué, entonces, no nos asombra que un economista argentino defienda los intereses alemanes, italianos o japoneses por sobre los nuestros? Parece ser que existe un curioso trastorno de la identidad, que sufren algunos argentinos, cuyas consecuencias estamos empezando a conocer.
Vemos en los medios, día a día, a periodistas, economistas, columnistas, analistas, técnicos, expertos, opinólogos, gurúes, asesores, futurólogos, agitadores, mandarines, tarotistas, vedettes, paparazzis, etcétera, que advierten, moralizan, se indignan, pronostican, auguran, explican, asustan, se asustan y hasta profetizan sobre las macabras implicaciones que la actual negociación de la deuda externa podría tener sobre la vida de todos los argentinos. Es moneda corriente oír hablar de la “inquietud de los mercados”, de las repercusiones en la “comunidad internacional”, de que nos “aislamos” del mundo, etc. Pero al detenernos por un momento ante estas expresiones nos preguntamos qué es lo que realmente significan. Veamos un ejemplo: Miguel Angel Broda (alto profesional con trastornos de identidad) escribió recientemente en La Nación que “…las señales de la comunidad internacional en los últimos cinco días fueron contundentes: los pasos dados por el gobierno argentino son insuficientes y es necesario mejorar la oferta de reestructuración de deuda. Así lo reflejaron las palabras de Aznar: <>. No hay futuro económico al margen de los sistemas financieros internacionales. No habrá salvamento ni horizonte alguno si rompe relaciones con el FMI…". Esta frase concentra en siete renglones los síntomas de esta patología a la que los argentinos nos vemos expuestos. Veamos:
!Broda logra la asombrosa tarea de reducir las señales de la “comunidad internacional” a las declaraciones de un sólo Jefe de Estado (así empieza a manifestarse la patología). No sólo comete ese exabrupto, sino que, si nos olvidáramos por un rato de que Aznar es español y defiende los intereses españoles, podríamos entender que lo que nos está sugiriendo es que hagamos lo mismo que el mecánico alemán: defender nuestros intereses. Pero esto no es así. Lo que en realidad Broda nos quiere hacer creer, por medio de Aznar, es que los españoles ya nos hicieron el “favor” de comprarnos bonos a una tasa de interés asombrosa e irrazonablemente rentable, y ahora pagarles esos bonos extorsivos le “conviene” a la Argentina. Como el tipo que se engrampa a la jermu de su amigo y después le dice “agradecéme porque si no fuese por mí no hubieses sabido lo p…… que era.”
!Porque ahora falta que “Argentina se ayude a sí misma”, pero no a nosotros mismos. Para Broda, Aznar y los otros siete-G, la Argentina es una idea abstracta, poética y surrealista, pero no treinta millones de personas de los cuales la mitad se encuentra bajo la línea de pobreza.
!Y por supuesto, Broda advierte que si “Argentina no se ayuda” no habrá “futuro económico”, “salvamento ni horizonte alguno”. El famoso “nos aislamos del mundo” y otras tantas y tenebrosas consecuencias que también nos decían que ocurrirían cuando el riesgo país llegara a 500. Hoy está en 6532 millones y el sol sigue saliendo por el Este y poniéndose por el Oeste. Guot´s ap Broda?
Pero esta es una de las tantas formas en la que se manifiesta esta patología de la identidad que hace que los argentinos nos sintamos como mecánicos alemanes. También, además de gurúes catastróficos, hay opinólogos que se indignan en su falsa moral y analistas que defienden legalismos parciales.
Veamos a los primeros. A estos les encanta repetir que la Argentina “debe cumplir con su palabra” y “honrar sus compromisos” independientemente de cómo y a beneficio de quién hayan sido contraídos. No les importan las irregularidades, la corrupción, los manejos y la negligencia deliberada latentes en todos los procesos de endeudamiento argentino. Sólo reducen el problema de la deuda a una cuestión de honor, que debe ser saldada aún con el hambre y la miseria de millones de personas.
Los segundos, que nos atañen más, sostienen una postura que llega a la misma conclusión pero utilizando algunos principios jurídicos y, naturalmente, obviando otros. Así, reemplazan los argumentos morales por argumentos legales, y reclaman que el Estado debe mantenerse dentro del Imperio de la Ley. Obvian el hecho de que gran parte de nuestra deuda se contrajo ilegalmente. Obvian que el proceso de endeudamiento argentino comenzó con la última dictadura militar, un gobierno que, sin dudas, estaba muy por fuera del Imperio de la Ley. Obvian también que la estatización de la deuda privada de ciertas empresas fue acordada entre éstas y el gobierno de turno a costa del futuro de nuestras generaciones. Obvian además los intereses usureros bajo los que se expidieron grandes porciones de deuda. Obvian que la mayoría de la deuda la contrajo el Poder Ejecutivo y no el Congreso de la Nación, verdadero poder facultado por nuestra Constitución Nacional para su arreglo. Obvian que un Juez Federal (ver causa Olmos) declaró ilegítima gran parte de ésta. Entonces, debemos avisarles a estos analistas que el Imperio de la Ley es importante, pero no desde hoy, sino desde siempre. Y que los acreedores son acreedores siempre y cuando no hayan orquestado un fraude. Y que los deudores son deudores en tanto y en cuanto no hayan sido embaucados por sus malos gobiernos.
Está lleno de opinólogos con esquizofrenia. Nos bombardean día y noche con ideas, “hechos”, informaciones, rumores, tendencias, índices, indicadores. Tenemos que tener en cuenta que detrás de cada uno de ellos hay una patología que se llama billetera y un prestigio avalado por un interés que los hace comportarse como un periodista italiano o un pastor alemán. Es entonces nuestra labor intentar descubrirlos y desentrañar lo que “analizan”, y generar desde la Universidad un discurso jurídico nuevo, no en base a lo que nos dicen sino en base a lo que pensamos, aplicando el sentido común. Porque el derecho se tiene que adecuar a los procesos sociales y no al vesre. No Banquemos Injusticias.