Tras el insólito cruce diplomático de esta semana por un alambrado de 200 metros en la frontera con Bolivia, podemos mirar algunas historias relacionadas.
El “Gringo” Palavecino, un narco que actuaba en la zona de Aguas Blancas -donde van a poner el alambrado-, fue detenido a fines de 2023 y está preso en la cárcel de Ezeiza. Entre los videos que tenía en su celular se encontró uno en que amenazada a un joven de apellido Torres por una deuda de drogas. Torres es hijo de un alto jefe de la Gendarmería retirado tras 30 años de servicio en la fuerza.
Hace apenas dos semanas, el juez federal de Orán procesó a una banda atrapada con 35 kilos de cocaína y 995 pastillas de éxtasis que había llevado esa droga hasta Mendoza. Uno de los integrantes de la banda era el comandante mayor Miguel Ángel Torres, ni más ni menos que el padre del joven amenazado.
Los fiscales del caso comprobaron que, tras el apriete a su hijo, el comandante Torres no solo no hizo ninguna denuncia, sino que vendió una casa en Formosa para pagarle al narco Palavecino.
Esta es la historia mayor detrás del alambrado que hará sobreactuar honores soberanos de uno y otro lado de la frontera, pero no detendrá el narcotráfico, sus crímenes ni su lógica histórica: la infiltración narco en las filas de agentes y funcionarios políticos y judiciales.
