El segundo peligro argentino es que el gobierno nacional acaba de reorganizar a la vieja SIDE, el servicio de inteligencia del Estado, devolviéndole el nombre de SIDE y creando tres divisiones: Seguridad Interior, Seguridad Exterior y Ciberseguridad. El nombre importa poco, y menos aún el organigrama. El problema está en las viejas mañas. El Presidente aseguró que esas cloacas de la política argentina dejarán de hurgar en la política interna. Resulta que casi paralelamente la periodista Camila Dolabjian publicó en LA NACION que en ese nuevo organismo de inteligencia tendrán una importante influencia el viejo jerarca de la SIDE Antonio Stiuso y el eterno dirigente radical en las sombras Enrique “Coti” Nosiglia. Ambos influirían a través de Santiago Caputo, el poderoso asesor de Milei. Un tío de Santiago Caputo, el inolvidable excanciller Dante Caputo, le diría a su sobrino: “La política con mayúscula no se hace en los servicios de inteligencia ni con los servicios de inteligencia”. Pero ni a Stiuso ni a Nosiglia les interesa la SIDE por el importante papel que puede cumplir en la seguridad del país. Según sus antecedentes históricos, los dos se ocuparon de las miserias de la política local cuando participaron del control del servicio de inteligencia. Sobresale Stiuso, más que nadie, en esos despreciables menesteres; él le sirvió durante muchos años a Cristina Kirchner para crear historias falsas de periodistas y de medios periodísticos críticos, de opositores políticos y de empresarios odiados por el régimen cristinista. De hecho, el fallecido juez Claudio Bonadio encontró en un allanamiento fortuito en la casa de Cristina Kirchner 12 carpetas con información de los servicios de inteligencia sobre políticos y empresarios que ella consideraba enemigos. Bonadio mandó esas carpetas a sorteo (no eran motivo de su allanamiento) y el caso cayó en manos del juez Marcelo Martínez de Giorgi, que aspira a ser camarista y a que su esposa sea nombrada jueza federal en la provincia de Buenos Aires. Martínez de Giorgi tiene una vieja relación con Stiuso, quiere ascender (necesita los votos de la mayoría del Senado) y se propone llevar a su esposa a un alto cargo de la Justicia Federal. ¿Cómo esperar que esa causa progrese en sus manos? Improbable, si no imposible. Milei conoce muy poco de la Justicia y le da escasa participación en sus decisiones al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Influye mucho más el juez de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, padrino del juez federal Ariel Lijo, propuesto para integrar el máximo tribunal de justicia del país. La candidatura de Lijo fue tan cuestionada que hasta abrió una grieta en la cima de la conducción política de la comunidad judía; varios expresidentes de la DAIA, la más importante organización política de la comunidad, cuestionaron al actual presidente, Jorge Knoblovits, porque este envió una carta de apoyo a la designación de Lijo como juez de la Corte Suprema. Nadie sabe por qué Knoblovits hizo eso ni quién empujó su mano para firmar tal carta. Milei ni siquiera necesita a Lijo, conocido por anestesiar las causas por corrupción, porque el actual presidente no tiene ninguna denuncia por corrupción. Ese es el contexto de la inteligencia y de la Justicia locales en el que se inscribe la clara amenaza a la Argentina de parte del criminal régimen que gobierna Irán. Por eso, el momento es doblemente peligroso: por la amenaza externa y por las ruindades internas.
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