Me parece bien, si son capaces de proveer al sostenimiento y educación de sus críos. Si ellos los tienen y me revientan a impuestos para que yo los mantenga, su libertad de procrear atenta contra la mía de vivir. Y eso, suponiendo que luego no se conviertan en los delincuentes que parasitarán o asesinarán a mis hijos.
El mundo tiene ya más habitantes que los que puede soportar sin grandes riesgos. La actitud de la Iglesia ante la explosión demográfica es, cuando menos, irresponsable y cínica.