Sangre, sudor y lágrimas
Por Claudio Scaletta
....Pero la segunda Alianza,
Cambiemos, avanza travestida. Como una aplanadora, pero travestida. Por eso se necesita ver el fondo, no la forma.
Cambiemos no privatiza abiertamente, pero desregula aceleradamente los mercados de las empresas públicas. No privatiza Aerolíneas Argentinas, pero ensaya cielos abiertos, no privatiza YPF, pero desregula el mercado petrolero, los hidrocarburos dejan de ser estratégicos, se abandona el objetivo del autoabastecimiento y crecen las firmas de la competencia. En obra pública, si los publicitados programas de participación público privada se presentaron como una alternativa de financiamiento, la creación por el decreto 794/2017, conocido esta semana, de una empresa privada dentro de Vialidad Nacional, Corredores Viales SA, una firma con similares atribuciones que VN, representa una privatización virtual y otro vaciamiento de las funciones del Estado.
El objetivo, sólo para empezar, es saltarse licitaciones, regulaciones y derechos de los trabajadores.
...Resta un último punto, la inquietante mirada de la Alianza Cambiemos sobre sí misma, mirada sintetizada por uno de los intelectuales orgánicos de la coalición, el economista radical Pablo Gerchunoff. En declaraciones realizadas esta semana al diario español El País, el integrante del equipo económico de José Luis Machinea bajo la primera Alianza sostuvo que
la segunda década del siglo será una “década perdida”. Es decir, después de un lustro de gobierno de Cambiemos con suerte se recuperarán los niveles de 2011. Pero el sincericidio no termina aquí.
Para Gerchunoff el estancamiento es el precio a pagar por un “tercer intento” de modernización de la economía. El primero habría sido el programa económico de la dictadura 1976-1983 y el segundo el menemismo, un dato fuerte para quienes todavía discuten si el actual modelo se parece al 76 o a los ‘90.
Se trata de una modernización en la que la industria y los derechos laborales serían lo “antiguo”, ya que el problema de Argentina es que no existiría “una noción colectivamente compartida de normalidad distributiva”. Imagine el lector cuál es esa normalidad a la que una parte de la población se resiste y que podría hacer fracasar este tercer intento. Dicho mal y pronto, lo único que la Alianza gobernante tiene para ofrecer a las mayorías populares es el mensaje repetido por Winston Churchill en los albores de la segunda guerra mundial: “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. Eso sí, con libertad para elegir el orden.
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