Las telarañas mentales
Son productos de la fantasía que apenas guardan relación con la experiencia ni con la realidad que se interpone en nuestro camino. Nos hacen creer que podemos saltarnos la realidad. Las telarañas mentales se pueden seguir tejiendo interminablemente hasta conformar un gran sueño o un grandioso entramado de pensamientos. Uno puede engancharse en ellas y convertirse al cabo de un tiempo en su víctima.
Mientras las guardamos para nosotros pueden causar poco daño, sobre todo si después de cierto tiempo nos liberamos de ellas presionados por la realidad.
El mal surge cuando convertimos el producto de la mera imaginación en rasero de los demás, cuando lo proclamamos como un nuevo orden mundial y de los valores y tratamos de someter a los demás a su dominio; cuando el producto de la mera imaginación se vuelve el punto de ubicación desde el cual nos arrogamos el derecho de juzgar y condenar a otros.
A veces nos cuesta despedirnos de nuestras telarañas y sólo lo conseguimos gracias a la humildad. Humildad, en este contexto, quiere decir seguir y reconocer a la realidad, aceptar que es más poderosa y más grande de lo que nosotros deseamos. A su lado, los productos de la mera imaginación y del mero deseo acaban revelándose como un delirio.
Hellinger