Mensajepor AKD » Mié May 02, 2012 12:34 pm
Tucumán..Domingo primero de diciembre. El capitán Humberto Antonio Viola, 31 años, de la V Brigada de Ejército, estaciona su auto frente a la casa de Ayacucho 233, a pocas cuadras de centro. Allí viven sus padres. De pronto, tres autos forman un círculo infernal en torno del capitán y de su familia. Disparos, gritos , humo, confusión. Humberto Antonio Viola trata de defenderse y de defender a los suyos, pero las balas lo matan en el acto. En la parte trasera del auto queda muerta también su hija María Cristina, de 3 años. Otra bala se clava en la cabeza de María Fernanda, 6 años, su otra hija.
En la puerta de la casa, aterrada, su mujer María Cristina, 26 años, ve cómo en unos segundos se derrumba su mundo. Los días que siguen son un ... despiadada para María Cristina. Partida por el dolor despide en el cementerio de Yerba Buena a su marido y a su hija. Corre, después, al sanatorio donde los médicos tratan de salvar la vida de María Fernanda. Y reza por otra vida: la del hijo que vendrá y que lleva ya tres meses en sus entrañas. Pasa el tiempo. María Fernanda se salva. Nace Luciana.
La viuda de Viola acepta con fortaleza el oficio de vivir. Pero lo que ha ocurrido -el Caso Viola- va mucho más allá de los secuestros, de los atentados, de los crímenes, de la pesadilla que ha desatado la delincuencia subversiva en el país. En adelante, para muchos, el “Caso Viola” será un símbolo
A partir del episodio de la calle Ayacucho los argentinos saben a qué atenerse. Saben, ya, sin dudas a queclase de enemigo tienen que enfrentar. Saben que las balas de ese enemigo no reconocen límites. Que para esas balas no hay diferencia entre los hombres de uniforme, sus mujeres, sus hijos. Muchas veces el capitán Viola le había dicho a María Cristina: "Todos corremos peligro. Esto es una guerra. Pero no te preocupes. Con las familias no se meten..."
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