profiterol escribió:Esa contradicción tiene una explicación sencilla, y es que la relación DP/PBI no es el indicador relevante de sustentabilidad. La deuda pública es sustentable si los intereses pueden ser atendidos con superávit fiscal primario y las amortizaciones con A superávit fiscal total, con B colocación de deuda en los mercados internacionales, o con C, colocación de deuda en los mercados domésticos.
Lo ilustrado para la Argentina es válido para otros países emergentes. La relación DP/PBI de Maastricht y otros países avanzados no es referencia para la sustentabilidad de su deuda. Dado el reducido tamaño de sus mercados doméstico financiero y de capitales, la sustentabilidad de la deuda pública exige limitar ésta a una relación DP/PBI sensiblemente menor. "
Es correcto: la relación deuda/PBI es un dato insuficiente, pero sí necesario.
Hay otros factores tan o más importantes: superávit primario, que deriva de la recaudación y el gasto, superávit comercial que marca la disponibilidad de divisas, tipo de cambio que influye decididamente en expos e impos, capacidad instalada, nuevas inversiones, poder adquisitivo de la población, reservas, recursos naturales, etc.
Todo esto a su vez, descansa en factores emocionales, porque si la gente o el empresariado no tienen confianza en el futuro, consumirán menos, no invertirán y de a poco vá disminuyendo la actividad, con ello la recaudación y así sucesivamente hasta que implosiona.
Para los países en desarrollo no rigen las mismas consideraciones que para los países desarrollados; varios de éstos andan por el 80-100% como si tal cosa (Italia y USA por nombrar un par de casos) mientras que para Argentina u otro del tercer mundo 50% encienden luces amarillas, empinan el riesgo país y la tasa, en un círculo perverso.
Parece que 35% de deuda/PBI es una relación aceptable, en la óptica de las altas finanzas.
Para una deuda de USD 140 mil millones, 1 punto anual más son USD 1.400 millones, algo así como 0.45% del PBI, que requieren más recaudación o menos gasto público. Un laberinto.
No hay otra que procurar un superávit tal que cubra los servicios y por el capital, renovar en las mejores condiciones posibles, hasta que el crecimiento habilite a más ahorro por mayor base imponible y no por más tasa de impuestos. La evasión es otro tema, sobre el que todavía hay que avanzar.
El mercado doméstico es limitado porque las divisas volaron lejos o están fuera del circuito bancario, incluso en los años del promercadismo: 1976-1982 y 1990-2001.
El mercado internacional presta si “la gestión” es amigable o si los billetes les salen por las orejas, como ahora, pero siempre estará estará presente la sobretasa.
Si es baja, es el costo de la historia que hay que asumir; pero si es alta, estamos en el párrafo anterior.
Conclusión: cuando menos debamos, mejor.
Pero para eso hay que crecer y desarrollar, no contraer como proponen las escuelas ortodoxas.