PAIS RICO-PAIS POBRE
Japón, Argentina y las falsas riquezas naturales…
La tremenda tragedia que está viviendo Japón ha vuelto a atraer la atención hacia ese país y en éstas desgraciadas horas pueden apreciarse, con las limitaciones lógicas de la situación, su imponente poderío económico, su poderosa tecnología, su gran organización y su infernal ritmo de trabajo, entre otras cosas.
¿Y por qué lo mezclo con Argentina en este artículo?
Porque me vino a la memoria una ingeniosa clasificación de un economista que hace unos años dividió a los países en: desarrollados, subdesarrollados, Argentina y Japón.
Es decir, nuestro país y Japón eran inclasificables y merecían ser categorías autónomas, obviamente por razones inversas.
Veamos…
Ellos tuvieron varias guerras con dos bombas atómicas incluídas y no parecían caerles simpáticos a la Naturaleza, que los privaba de recursos y cada tanto los castigaba ferozmente, como ahora. A pesar de ello llegaron a ser la segunda economía del mundo (hace poco China y sus falsos números dicen haberlos desplazado, pero aunque así sea siguen siendo los terceros cómodos, lejos de Alemania).
Mientras tanto, nosotros nunca tuvimos guerras de la magnitud que afrontaron ellos y parecíamos los hijos preferidos de la Madre Naturaleza, que nos malcriaba con recursos naturales que cualquiera envidiaría. A pesar de ello llegamos a ser lo que todos sabemos que llegamos a ser.
¿Por qué?
Porque estamos convencidos de que somos ricos porque tenemos recursos naturales y eso -perdón si ofendo a alguien- es absolutamente falso.
Dicho de otro modo, los recursos naturales no tienen nada que ver con el desarrollo de un país.
Este concepto puede resultar extraño y hasta chocante pero el mundo lo tiene claro hace varias décadas, aunque nosotros sigamos escuchando y diciendo que “somos un país rico”.
La economía suele dividirse en sectores, de los cuales el menos importante es el de la economía vinculada a los recursos naturales (agricultura, ganadería, pesca, minería), mientras que los más importantes tiene que ver con los servicios y el comercio y, más importantes aún, los de investigación y desarrollo, es decir, los inventos, descubrimientos e innovación en general.
Mientras los países desarrollados patentan miles de inventos por año nosotros seguimos jactándonos de la birome, el colectivo y el dulce de leche (todos discutibles, dicho sea de paso).
Casi ninguna de las empresas más grandes del mundo se dedica a los recursos naturales (las muy pocas excepciones son petroleras) y la mayoría se dedica a “cosas que no se pueden tocar” (servicios de todo tipo, informática, biotecnología, telecomunicaciones, finanzas, salud, seguros, etc.).
La mayoría de las potencias económicas del mundo no tienen recursos naturales (quizás la única excepción sea Estados Unidos, aunque su poderío tiene muy poco que ver con su naturaleza).
Pensar que a un país le va a ir bien porque tiene recursos naturales es tan absurdo como pensar que a una persona le va a ir bien por la misma razón: si alguien tiene condiciones naturales y tiene la suerte de ser inteligente, memorioso, fuerte, resistente, etc. indudablemente arranca con ventaja pero si después no estudia ni trabaja ni se prepara ni es responsable, lógicamente va a fracasar.
De hecho, alguna vez el Banco Mundial hizo un estudio sobre la riqueza de las naciones preguntando cuales eran las cosas que hacían rico a un país y los recursos naturales representaron solamente entre el 1 y el 3%.
Entonces, ¿qué hace rico a un país si no son los recursos naturales?
El Estado de Derecho, es decir, una Justicia independiente, el respeto a los contratos, el derecho de propiedad, libertad para invertir, previsibilidad jurídica, estabilidad monetaria, gobierno que no se metan en la actividad privada, dirigentes democráticos y sujetos a controles, etc.
Si ustedes fueran empresarios o inversores y tuvieran que decidir en qué país iniciar un emprendimiento, ¿en qué se fijarían para elegir?
¿En qué el clima sea lindo, la tierra sea fértil y haya mucho mar?
¿O en qué los impuestos no sean confiscatorios, los créditos no sean usurarios, la moneda sea estable, los contratos se cumplan, la Justicia sea rápida, el derecho de propiedad se respete y el gobierno no nos diga una cosa un día y otra al día siguiente?
El otro gran factor que explica la riqueza de una nación: la educación.
Es muy claro que la mayoría de las empresas necesita gente muy preparada para poder desarrollar nuevos servicios y productos y esa gente se encuentra en países que priorizan la formación, impulsan y protegen el estudio universitario y promueven la asociación entre la educación privada y el sector privado.
Los japoneses lo han aprendido, no sé si por las buenas o por las malas, pero ellos son potencia porque piensan, investigan, inventan, descubren, trabajan, se educan y mejoran.
Se abren al mundo y compiten libremente. Se “bancan” venderle autos a los americanos en su propia casa (hoy hay en EEUU más autos japoneses que estadounidenses) pero también se “bancan” que vengan americanos, chinos y compañía a invertir en su país.
Un ida y vuelta que los exige y los hace estudiar y trabajar mucho pero, a no dudarlo, los ha beneficiado enormemente.
¿No tienen soja?
No importa… saben generar el dinero para comprarla.
¿Y nosotros?
Cambiamos de moneda cada tanto, ignoramos la inflación, tardamos años en cobrar un cheque sin fondos o en desalojar un intruso, generamos una industria del juicio laboral, achicamos el crédito con condiciones absurdas y cuando lo concedemos cobramos intereses inmorales, expropiamos ganancias con impuestos delirantes, les imponemos a los privados cupos, cuotas, aranceles y paraaranceles que cambiamos cuando queremos y sin razón alguna, echamos las inversiones extranjeras para proteger “la industria” (leáse “el industrial”) y porque somos “patriotas”, aunque ello signifique obligar a millones de “compatriotas” a pagar más caro y mil etcéteras más.
Algo es muy claro: lo que hace que un país sea Japón o Argentina no tiene nada que ver con los recursos naturales.
Terminaría el artículo aquí pero quiero aprovechar para expresar mis sentidas condolencias por la tragedia japonesa, deseando de todo corazón que un pueblo admirable en muchos sentidos vuelva a demostrarnos su conmovedora capacidad de reconstrucción.
Ahora sí, hasta la próxima…
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