Mensajepor SMC » Dom Jun 14, 2015 1:46 pm 
			
			
			
			Era cuestión de tiempo para que alquilen al simio que preside el aquelarre diario y le den primera plana. 
La música es la más perfecta de las artes. Nada tiene que ver con las drogas, la violencia, la obscenidad, la marginalidad, ni con la alegría misma. 
En el romántico medioevo las mujeres abandonadas por todos por viudas, pobres, viejas, etc. tomaban venganza de la sociedad opresora reuniéndose en la cima de una montaña a sacudir sus demacrados huesos consumidos por la marginalidad y las drogas que se inoculaban con emplastos tóxicos sobre sus desnudos cuerpos al ritmo embriagante del tambor rítmico. Cuenta la leyenda que sus oraciones  eran respondidas y aparecía el maestro de ceremonias quien las poseía a cambio de su alma otorgándoles un determinado poder sobre sus enemigos, es decir todos los que no eran marginales como ellas. 
En lugar de "salir de caño" como ahora y obligar a reptar como gusano al ciudadano digno que trabaja para mantenerlos y  se sienten por instantes seres humanos mientras amenazan la vida de las criaturas del asaltado, dicen que arruinaban cosechas, enfermaban animales o provocaban súbitos ataques de impotencia con una mirada o un escupitajo. 
Algunos creen en las "cadenas de oración" otros dirán que se trata de "hipnosis colectiva", otros intuirán  "histerias colectivas", los más pensarán que es el efecto de las drogas sobre personas vulnerables, pero creo en lo que todos estamos de acuerdo es que se trata de un suceso lamentable, un negocio rentable, una oportunidad para mezquindades políticas, otro aspecto más de la realidad.