Dedico este texto, fabuloso, genial, de Ricardo Forster, filosofo, a todos los intoxicados mentalmente
con el PACO de la CLASE MEDIA argentina: el psicótico robot magnético Lanata.
Y sus historias estupidas, demenciales:
La quimera del oro
Por Ricardo Forster
asmal@diarioshow.com
http://www.veintitres.com.ar/article/de ... ra-del-oro
18-5-16
El macrismo concibe la realidad como una estructura de ficción. Durante años los grandes medios de comunicación acusaron al kirchnerismo de construir un relato inverosímil, una impostura narrativa que ocultaba que su única función era apropiarse del ahorro y las riquezas de todos los argentinos, reduciendo una experiencia política rica, original, desafiante, conflictiva y compleja a un tema judicial, como si en doce años no hubiera sucedido otra cosa que un gigantesco plan de robo y corrupción de dimensiones pantagruélicas.
Para eso hicieron del espectáculo televisivo y de las tapas de los principales diarios una suerte de lanzallamas siempre dispuesto a incendiar todo y a construir una teleaudiencia arrebatada por el ejercicio serial de la denuncia implacable y sensacionalista. La Argentina, convertida en una gran farsa cuyos actores solo mentían y mentían acaparando fortunas dignas de antiguas dinastías faraónicas.
No hubo ni hay grotesco que no ensayaran ni “investigación periodística” que no elevaran al sitial de la verdad revelada anticipando, en las interminables tardes dominadas por programas farandulescos a los que antes se llamaba de entretenimiento liviano pero ahora devenidos en una suerte de tribunales populares, que el “día de la ira y la justicia llegaría para encarcelar a los corruptos”.
Farsa continua. Pan (aunque empezó a escasear con el macrismo) y circo. El “arrepentido” Fariña, personaje sacado de la antología del lumpen-arribista, ha llevado esa lógica al paroxismo proclamando que Lázaro Báez y Néstor Kirchner se robaron la totalidad del producto interno de un año, algo así como cien mil millones de dólares cuando el dinero que recibió el propio Báez a lo largo de los años y en sociedad con otras empresas (entre ellas la de Calcaterra, el primo hermano del presidente Macri) ascendió a la cifra de 1.019 millones de pesos y ocupó, en el ranking de empresas que realizaron obras públicas a nivel nacional, provincial y municipal, el puesto número 40 con el 0,3 por ciento del total de la participación (cuando, por ejemplo, la empresa familiar del presidente Macri tuvo contratos por 14.050 millones de pesos equivalente al 4,18 por ciento).
Fariña construyó un discurso loco e inverosímil que, sin embargo, fue propagado y multiplicado miles y miles de veces por la cadena nacional de medios públicos y privados que hoy protegen, blindan y sostienen al gobierno de la derecha neoliberal. Una proliferación malsana de imágenes e informaciones siempre vinculadas al rey Midas invadió las pantallas, diarios y radios de todo el país haciendo de la figura de Lázaro Báez el centro de una campaña pocas veces vista.
Todos los recursos del aparato comunicacional asociado con el poder judicial y las influencias gubernamentales se pusieron en movimiento para intentar destruir a Cristina Kirchner asociándola a negocios por miles y miles de millones de dólares. La ficción se multiplicó a medida que el país se despertaba del sueño del cambio y la felicidad y descubría la realidad de salarios destruidos, tarifazos impresionantes, despidos crecientes, inflación galopante y reendeudamiento monumental.
Las usinas del macrismo y de sus socios funcionaron a pleno. Hasta la benevolente revista Noticias (lejos de cualquier sospecha de simpatías hacia Cristina) publicó un editorial titulado “Todos presos; la receta Pro contra la inflación”, en el que afirma que la búsqueda de bóvedas en el desierto constituye “el único relato que el nuevo oficialismo ha encontrado para intentar calmar a las fieras”. O ante la alarmante falta de pan un connotado periodista de Clarín exigió más y mejor circo.
Vale la pena citar un fragmento del artículo que publicó el último domingo Horacio Verbitsky porque desnuda la operación mediática y gubernamental (apañada, como es obvio, por el Poder Judicial) ofreciendo no sólo datos contundentes sino apelando a lo poco que queda del sentido común a la hora de, simplemente, sacar conclusiones ante lo absurdo e insostenible de las denuncias explosivas y amarillistas que invaden todos los medios de información y entretenimiento.
Leamos a Verbitsky: “Al grupo Clarín, Fariña le dijo que Báez era testaferro de Néstor Kirchner y que juntos ‘se robaron el Producto Bruto de un año, cien mil millones de dólares’. Así no se hubiera realizado ninguna obra y los 1.019 millones de pesos íntegros hubieran pasado al patrimonio de Báez y/o Kirchner, la conversión de esa cifra en cien mil millones de dólares es imposible. Ni a Domingo Cavallo podría ocurrírsele ese tipo de cambio 1 peso = 100 dólares. Lo más notable es que ninguno de los grandes periodistas que entrevistaron a este patético desesperado, ni los columnistas que opinaron sobre sus palabras o los encumbrados políticos que sacaron de ellas conclusiones lapidarias sobre la política y la moral hizo el menor esfuerzo por inteligir la verosimilitud de esos dichos”.
Y sigue Verbitsky señalando que la sociedad Báez/Calcaterra (que hizo obras en varias provincias y no solo en Santa Cruz) se presentó en licitaciones por casi 10.000 millones de dólares aunque apenas ganó un puñado. Eran socios, cosa que los grandes medios ocultan y que ahora les plantea a los propios investigadores del poder judicial un problema mayúsculo porque si siguen tirando del piolín que les ofreció el propio Báez llegarán, sin dudas, hasta la familia Macri incluyendo al Presidente que, en un acto de amnesia sorprendente, declaró que “es necesario terminar con la corrupción en las licitaciones de obras públicas”, tema del que él y su familia saben mucho por haber construido su fortuna y su influencia en la época de la “patria contratista”.
Lo que también queda claro del relevamiento que hizo Verbitsky, tomándose la molestia de revisar lo que es información pública y accesible a quien quiera estudiarla, que Báez no fue “el gran beneficiario” de la obra pública durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y que, a su vez, no ganó en licitaciones multimillonarias como sí lo hicieron otros grupos mucho más poderosos (en la primera posición de las empresas que tuvieron contratos con el gobierno nacional está Techint con 16.420 millones de pesos y el 4,81 por ciento de la participación del total).
Lo sorprendente, para quienes construyen un relato inverosímil con el que envenenan cotidianamente a millones de argentinos, es que existen lazos estrechos entre Báez (el actual maldito K del espectáculo mediático) y el primo hermano y socio de Mauricio Macri, Angelo Calcaterra, hijo de Pía, la hermana de Franco y Tonino Macri. La viscosa complicidad de periodistas y políticos acaba chocando con la cruda realidad que desmiente a la ficción.
Un ilusionismo de envergadura puede borrar, a los ojos de los argentinos, la relación entre los Macri y los negocios públicos. Los Panamá Papers pusieron en evidencia lo que a nadie, sin dobles intenciones ni gestos encubridores, puede sorprender: la búsqueda de paraísos fiscales para evadir impuestos y fugar capitales que ha sido y sigue siendo el deporte favorito de los grandes grupos económicos que operan en el país y de los cuales la familia Macri es uno de los principales. ¿Acaso nos toman por idiotas? Claro que en la lógica que define el funcionamiento de la ficción puesta en marcha por Cambiemos nada de estos datos reales y concluyentes puede entorpecer la continuidad de ese relato que aspira a ocultar el profundo daño social que los ajustes más devaluación más endeudamiento más aumento de precios más despidos ya han vuelto brutalmente visibles y experimentables en carne propia para la mayoría de la población.
La orden sigue siendo bombardear mediáticamente con imágenes repetidas hasta el hartazgo que nos muestran excavaciones en el desierto patagónico, perros husmeando valijas supuestamente cargadas de dinero negro, bóvedas inhallables, autos de lujo, propiedades de a docenas, miles y miles de hectáreas en medio de la tundra santacruceña convertidas, a ojos de los televidentes hipnotizados, en valiosísimas lonjas de campo en medio de la pampa húmeda, las imágenes saturantes de personas contando gruesos fajos de billetes de diversas monedas en una financiera llamada La Rosadita.
El ojo del espectador atrapado de la mañana a la noche con escenas fabulosas que nos recuerdan a Alí Babá y los cuarenta ladrones, que recurren a todos los efectos mitológicos imaginables en relación con el dinero y la avaricia que, a veces como un calco siniestro y carente de imaginación, nos retrotraen, como si fuera un flashback cinematográfico, a las denuncias que se hicieron contra Perón durante los primeros años de la Libertadora/fusiladora en los que también se habló de lingotes de oro, de bóvedas, de abusos sexuales con niñas, de nepotismo, de asesinatos oscuros (por ejemplo el del hermano de Evita, Juan Duarte), de negociados fabulosos, etcétera.
El macrismo, seguramente con sus asesores duranbarbistas detrás de bambalinas y los expertos en management tratando de vender mejor un producto que se desgasta rápido, parece haber caído en el sortilegio de su propia ficción. Sus funcionarios, ante la abrumadora complejidad de una realidad que desmiente todos los días que entramos a un país de la alegría y la felicidad después de abandonar la “herencia maldita”, buscan con indisimulada desesperación que los grandes medios de comunicación no los dejen solos en su lucha contra la bestia kirchnerista.
Quizá deberían ser un poco más comprensivos y estudiosos –ya sé que pido mucho para quienes hacen gala de una ignorancia supina– de la historia nacional y prepararse para el día cuando, de modo inexorable, esos mismos medios que los blindan y protegen, los abandonen a las fieras de una realidad que les recordará, cuando ya sea tarde, que ningún país vive de una ficción.