No fue magia, pero fue mágico
Hernán Brienza 20 de Septiembre de 2015 | 12:00
Fue mágico porque desde hacía más de 60 años que el peronismo no tenía la posibilidad de accionar políticamente desde el núcleo básico de sus ideas, porque hacía varias décadas que la Plaza de Mayo no se inundaba de multitudes como ocurrió en los últimos años, porque millones de argentinos recuperaron el sentido de la política gracias a la confianza en el liderazgo tanto de Néstor como de Cristina Kirchner.
Fue extraordinario porque por 12 años este país no fue gobernado por dirigencias infames que sólo buscaban favorecer a las minorías perjudicando a las mayorías, proponiéndoles sólo represión y pobreza. Repasemos: las dictaduras militares de Pedro Aramburu e Isaac Rojas, de Juan Carlos Onganía y Alejandro Lanusse, de Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Bignone, con sus respectivos economistas pandilleros como Álvaro Alsogaray, Adalberto Krieguer Vasena, José Martínez de Hoz; y los gobiernos civiles de Carlos Menem y De la Rúa, que con Domingo Cavallo como infausto cerebro no hicieron otra cosa que empobrecer a los argentinos y fundir al Estado nacional.
Es en este sentido que el kirchnerismo fue mágico: para una persona que nació en 1955, por ejemplo, y que hoy tiene 60 años, el país ordinario es una Argentina "hija de pu**", con perdón de la expresión, que se come a sus propios hijos, que los devoró en las cárceles, en los campos de concentración, que los sumió en la pobreza y la miseria, que no los dejó votar, que les impidió la libertad, que los sumió en el sálvese quien pueda, en la exitoína del neoliberalismo, que considera que hay fraude cuando el pueblo no elige lo que los que mandan quieren que vote.
Por primera vez en mucho tiempo un sector mayoritario de la población cree y está convencido de que existe un gobierno que no dispara contra las mayorías. Y eso lo visualiza como extraordinario y mágico.
Y porque fue mágico –porque permitió a millones de argentinos reencontrarse, reidentificarse, resignificarse como individuos pero también como sujetos colectivos- es porque debe concluir en una gran fiesta. El kirchnerismo debe acompañar a Cristina Fernández de Kirchner, en esta primera etapa de gobierno, a salir por la puerta grande. Eso es lo que no quieren los sectores dominantes que hoy agitan el fantasma del fraude para empañar el final del mandato de la presidenta. Y ante las operaciones políticas y mediáticas de la derecha, las mayorías deben anteponer lo mejor que saben hacer: defender la alegría. Por eso es que el kirchnerismo debe organizar una despedida (momentánea) que quede registrado en la memoria de todos los argentinos; que le diga a la historia que hubo un gobierno que se fue con el apoyo masivo en las calles de millones y millones de seguidores. Y esa marcha debe hablar del pasado, del presente y del futuro. Debe hablar de lo que significó el primer peronismo, de lo que sufrieron las mayorías proscriptas y empobrecidas, debe connotar que estos años estuvieron fuera de lo común respecto de la Argentina "hija de pu**", pero también tiene que mirar al futuro y anunciar que a la democracia la tutelan millones de personas dispuestas a defenderla de los grupos minoritarios de poder. El kirchnerismo debe organizar una marcha de despedida a Cristina en la que diga que no fue magia, que fue política. Pero lo que ocurrió fue mágico. «
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