China vuelve a ser uno de los principales pilares que le quedan al mundo para esquivar la amenaza de una nueva crisis financiera. La influyente Lex Column del Financial Times de hace un par de días explicaba que, si bien hay muchos riesgos de repetir lo que sucedió en 2008, también es verdad que hay razones para no ser catastrofista. A los motivos más conocidos por el “gran público”, como la compra de bonos por el Banco Central Europeo, la creciente concienciación de los mandatarios europeos de lo que se juega el Viejo Continente, sobre todo después de que la misma Francia fuera objeto de los ataques especulativos, así como el acuerdo “in extremis” al que llegaron republicanos y demócratas para evitar un impago de la primera economía del mundo, el editorialista del rotativo británico añade los últimos movimientos percibidos
en China, que parecen caminar en esa misma dirección: evitar una nueva recesión en el mundo occidental.
¿De verdad China está ayudando a la recuperación mundial? Justo ahora, parece algo sorprendente si tenemos en cuenta que inmediatamente después de que S&P rebajara la calificación de la deuda de EE.UU., las autoridades del gigante asiático lanzaron un mensaje muy duro contra los políticos americanos, como si de una Ángela Merkel contra Grecia se tratara.
Pero del dicho al hecho hay un gran trecho. Y, a juicio del editorialista del Financial Times, “China podría estar intentando reducir su enorme superávit comercial, considerado una fuente de inestabilidad financiera global, dejando que el yuan se aprecie un poco más rápido con respecto al dólar”. Así, la semana pasada, la divisa china registraba su mayor subida en más de tres años (precisamente, desde finales del año 2007, cuando se gestaba la tragedia), y marcaba el nivel más alto respecto al dólar en 17 años.
Los analistas del banco asiático DBS explicaban: “Éste ha sido un importante movimiento que se une a iniciativas anteriores de la Reserva Federal norteamericana -que prometió tipos al 0% hasta mediados de 2013- y del Banco Central Europeo -su compra de bonos- para acabar con la volatilidad que se había instalado en los mercados financieros esta semana”. Los analistas de esta entidad llegaban, incluso, a afirmar que las actuaciones de China, la Fed y la prohibición de las posiciones cortas en los bancos europeos podrían haber sido coordinadas. Además, la autoridad monetaria del país asiático ha estado inyectando luquidez en su mercado interbancario. Y continúa comprando bonos americanos y europeos. Porque le interesa, naturalmente. Pero a Occidente, también.
¿Por qué ayuda a la economía mundial un yuan apreciado? En primer lugar, hay que tener en cuenta que una moneda más fuerte contribuye a la contención de la inflación en la propia China. Es decir, con una moneda algo más apreciada, las autoridades se estarían ayudando a sí mismas para alcanzar su objetivo de enfríar los precios. En julio, los precios subieron a un ritmo interanual del 6,5%, marcando su nivel más elevado de los tres últimos años. Además, según recomendó el Fondo Monetario Internacional el mes pasado, un yuan más fuerte ayudaría a la economía china fuera más estable y menos dependiente de la demanda externa y la inversión extranjera. En este sentido, Michale Buchanan, de Goldman Sachs, en declaraciones a Bloomberg, explicaba que China podría permitir una apreciación del 6% anual en su divisa tanto para contener la inflación, impulsar la demanda enterna y limitar la acumulación de reservas de monedas extranjeras.
Menor dependencia de las exportaciones para su crecimiento e impulso de la demanda interna. Éstas son las dos consecuencias de la apreciación del yuan que más nos interesan en Occidente. El fortalecimiento de la moneda china implica que los ciudadanos del país asiático mejoran su poder adquisitivo y pueden aumentar sus compras del exterior, por ejemplo, de Estados Unidos, o de Europa. China ayudaría, de este modo, a mejorar las cifras de exportaciones de las economías desarrolladas ahora que tanto lo necesitan. Ello contribuiría a reactivar su ahora deprimida producción industrial y, a continuación, mejorar las cifras de empleo. Pero a ello hay que añadir, y no es baladí, los aumentos de los salarios que están registrando los trabajadores chinos en los últimos trimestres, y que también ayudan a las exportaciones de los países occidentales. Por lo pronto, en los siete primeros meses del año, las importaciones chinas aumentaron un 27% internual, hasta un récord de 973.000 millones de dólares.
Y en un mercado histérico en el que las señales llegan a ser incluso más importantes que los datos, el hecho de que China se atreva a apreciar su moneda cuando otros están haciendo lo posible por depreciarla (como es el caso de Suiza, Japón o, por qué no, también Estados Unidos), hace pensar que las autoridades de la que ya es segunda potencia mundial no creen que vaya a haber una nueva recesión.
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