Uno de los pocos economistas equilibrados y al igual que Bein que no están identificados con el gobierno. Todo lo que dice en esta nota es muy sensato y pronostica un crecimiento real de 4% ( siempre el Indec va a medir más crecimientos que los privados). Habla sobre todos los temas (contexto internacional, crecimiento, importaciones, dolar, etc) y puedo decir que en la mayoría de las cosas que dice coincido. Para mí, en definitiva, la nota no tiene desperdicio....
http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=631268
El economista del mes: "No hay incentivo para una fiestita monetaria"
En la tradicional entrega de El Economista del Mes, en esta oportunidad el análisis de la coyuntura y las perspectivas económicas estuvo a cargo de Ricardo Delgado, que considera que la política económica no es comparable con la de los 70 ni con la de los 80. El director de Analytica apuesta a una recuperación de la actividad entre el segundo y tercer trimestre. Además, opina que en el segundo trimestre el dólar no tendrá movimientos sig-nificativos y que el BCRA podría comprar unos u$s 6.000 M.
¿Cómo ve el contexto internacional y su impacto sobre la economía argentina?
Las señales que envía el mundo, que nos sirven para entender en dónde estamos y hacia dónde vamos, indican que hay un enfriamiento gradual, muy claro en algunos bloques, pero se alejó el escenario de crisis global, al estilo de la fase contractiva de 2008-09. Este dato es central: en las proyecciones que los economistas hacíamos a finales de 2011 el panorama internacional lucía mucho peor. Es cierto que la periferia europea (incluida España, claramente, y quizá Italia) ya está en recesión, pero Alemania y Francia, las economías líderes, no. Y en los Estados Unidos los indicadores reales (producción, empleo, ventas) fueron buenos en el primer trimestre, a pesar de ciertas dudas so-bre lo que puede suceder en éste. De todos modos, se mantendrá el estímulo monetario «a la Bernanke», las tasas seguirán muy bajas por largo tiempo y no debería descartarse una tercera ronda de «quantitative easing». Todo indica que hay espacio para que se sigan recuperando los activos financieros.
China, si bien desacelera en el margen, sigue creciendo al 8% y Brasil, después de un fin de año para olvidar, decidió bajar bruscamente la tasa SELIC, promover exportaciones, reducir impuestos y cargas laborales, y dejar de apreciar el real. Los efectos de este cambio en la ortodoxa política económica brasileña probablemente se hagan sentir desde abril en la dinámica del sector industrial, muy castigado desde mediados del año pasado, y sobre algunos segmentos de consumo, hoy complicados. Brasil puede empezar a recuperar el crecimiento perdido a partir de estos meses.
Estas noticias del mundo mejoran las perspectivas para el crecimiento argentino en relación con lo que se podía proyectar hace un trimestre; un 4% de aumento del PBI es un objetivo claramente alcanzable para 2012. Con una soja que supera los 500 dólares la tonelada y un pérdida acotada por la sequía sobre los principales cultivos (luego de lluvias que aliviaron el panorama), no debe esperarse una fuerte contracción de la actividad primaria y agroindustrial.
¿Y esto cómo afecta a la industria y al consumo? ¿Estamos a las puertas de una recesión?
Para la industria la situación es diferente.
El impacto de la fuerte desaceleración brasileña afectó la producción automotriz en los últimos meses, pero según información del sector, en marzo se recuperó fuertemente la actividad (+20%). La industria crece al 2%, mientras un año atrás lo hacía al 10%. Algo parecido ocurre con la construcción, otro de los sectores dinámicos del modelo CFK. Las señales del con-sumo privado siguen siendo positivas. Los préstamos personales y con tarjetas de crédito, las ventas de supermercados y shoppings, y el IVA sostienen el principal driver de crecimiento de corto plazo. Es probable que estas variables ajusten a aumentos más moderados en estos meses. Se percibe cierta cautela en términos de confianza de los consumidores, aunque manteniéndose en niveles altos, y un crecimiento menor del empleo, en particular en la industria), sin afectar todavía la tasa de desocupación (estable en torno del 7-8%).
De modo que no hay signos de recesión a la vista. Recesión es lo que sufre España. El cuadro de crecimiento argentino es el de una desaceleración natural, esperable, dados el contexto global y el relativo (y necesario) menor impulso de las políticas internas respecto de 2010 y 2011. Y siguen presentes las condiciones para recuperar dinámica de crecimiento entre el segundo y tercer trimestres, cuando estén plenamente operando los aumentos salariales y jubilatorios.
¿Qué está pasando sectorialmente con las restricciones sobre las importaciones?
Hay situaciones diversas. Es obvio que las declaraciones juradas traen dificultades, que aumentan los costos de transacción y la incertidumbre, pero la actividad no está parándose, en un sentido estricto, por esta razón. En varios sectores la liberación de las declaraciones es rápida. En otros, algo más lenta, con un mayor uso de inventarios para cubrir la demanda.
En los llamados insumos básicos de uso difundido no hay dificultades significativas en la mayoría de los casos. En otros sectores, como medicamentos o cierta «línea blanca», se sienten más los efectos. Me parece lógico pensar que el Gobierno no va a ahorcar el crecimiento industrial impidiendo el ingreso de insumos básicos y equipamiento.
¿Qué puede pasar con el dólar? ¿Aumentará la brecha con el informal («blue»)?
Es muy claro que el Gobierno no elige el camino de las devaluaciones bruscas; esto se vio en noviembre del año pasado, cuando eran fuertes las presiones por devaluar el peso el 10-15%. La estrategia cambiaria es seguir corrigiendo con ajustes «micro», de a centavos. ¿Puede hacerlo? Puede: las reservas son suficientes para desalentar corridas. El Central compró u$s 3.100 millones en el primer trimestre, recuperando lo perdido en la última parte de 2011. Lo interesante es que la recomposición del activo del BCRA se dio en una época muy escasa de dólares comerciales, obviamente a costa de recetas poco amigables (como el control fiscal a la compra y limitando las importaciones).
Desde ahora y hasta julio se liquidará casi la mitad de los dólares comerciales del año, lo que permitiría suavizar las tensiones en el mercado cambiario. No observamos movimientos significativos en el dólar en el segundo trimestre, donde el Central está en condiciones de comprar entre u$s 5.000 y 6.000 millones. Sin embargo, la brecha entre el dólar oficial y la de otros segmentos, como el «blue» y el contado con «liqui», crece. Entendamos que la brecha en principio tiene más que ver con las dificultades para operar con dólares antes que con una mera expectativa devaluatoria. ¿Por qué crece? Existe en parte del mercado el te-mor de que la reforma a la Carta Orgánica del Central inicie una etapa «festiva» usando reservas para financiar proyectos públicos de infraestructura, además de los ya descontados pagos de deuda, y dándole velocidad a la emisión monetaria para financiar gasto corriente del Tesoro. Es cierto que la nueva norma aumenta la probabilidad de asistencia financiera al Gobierno. Pero la pregunta relevante es cuál sería el incentivo oficial a generar una «fiesta monetaria» que inunde de pesos al mercado si esto conlleva el fin del objetivo de convergencia nominal de las variables macro claves (salarios, dólar, gasto, inflación) planteado después de las elecciones.
¿Estamos reeditando la política económica de los setenta o los ochenta?
No. Existe, sí, claramente una mayor cantidad de instrumentos de política económica, a diferencia de los noventa, donde no había política monetaria. Pero la realidad actual es muy distinta a la de esas décadas. Hay discrecionalidad, como la que existe en el Banco Central Europeo o la Reserva Federal cuando las papas queman. Pero el punto no es contar con el instrumento, sino cómo se lo usa. En cuanto a la comparación con los años setenta (y quiero creer que es con los años del tercer peronismo, porque lo que vino después está en las antípodas del esquema actual) es desacertada: ni la inflación ni la situación fiscal es tan compleja como entonces. En 1975 el déficit fiscal era de 13 puntos del PBI. Además, el peso del poder sindical en las decisiones de Gobierno está hoy muy lejos de ser el que era en los tiempos de Cámpora o del propio Perón. Con los ochenta pasa algo parecido: hay declaraciones juradas para importar, es cierto, pero no hay importaciones prohibidas como entonces. Tampoco hay mercados cambiarios desdoblados oficialmente, ni una carga de la deuda sobre el presupuesto público como entonces. Todas estas comparaciones esconden en un punto un uso ideológico del discurso económico.
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