Los sindicatos ya no tienen razón de seguir existiendo.
A principios del siglo XX representaban a la clase social más baja, que a su vez carecía de derechos, por lo tanto cumplieron una función y contribuyeron a la justicia social.
Hoy día, el representado por los sindicatos (empleado con relación de dependencia), no es para nada el extrato más bajo de las clases sociales. Por debajo de ellos están los monotributistas y los empleados en negro o changarines.
Los sindicatos están representando a un sector acomodado, que no tiene riesgos de ingresos, que tiene aportes a la seguridad social y estabilidad asegurada o, en el peor de los casos, indemnización asegurada. Lo que están haciendo es impedir un paradigma que premie la eficiencia e impulsando a cambio uno que premia la permanencia. Eso hace que un empleado gane más cuanto más tiempo dura en un trabajo, cuando muchas veces esa "duración" se debe a posturas inflexibles y conflictividad mas que a buen desempeño.
Para eliminar la necesidad de sindicatos, que obliga a una negociación colectiva que impide diferenciar personal eficiente del ineficiente, eliminaría paritarias e implementaría indemnización por renuncia. De este modo, el buen empleado tiene como elemento de presión su renuncia en la negociación individual, promoviendo la movilidad de empleados eficientes a sectores más dinámicos que ofrecen mejores sueldos. Muchas veces, en pos de una estabilidad laboral, se pierden oportunidades en otros empleos o se reprime el espíritu emprendedor.
Por otra parte, el empleado ineficiente, que termina siendo echado y recibe una indemnización, no queda en ventaja respecto al eficiente que decide renunciar para intentar suerte en otro empleo mejor o para un emprendimiento y se va sin un mango.