Shakespeare escribió: tampoco soy pobrista y menos, honestista. Aunque la honestidad es un bien, para el aquelarre argento, alcanza con un corrupto con ideas claras, sensatez y osadía. Pero al Pepe hay que reconocerle, más allá de cierta manía de la prensa o inclinación por aparecer en poses austeras, que lo es, que vive como predicó siempre. Eso es algo que muy pocos zurdos consiguen, ya que la guita los termina traicionando. A mí me gusta Julio María Sanguinetti, pero el Pepe es la contracara de la estudiantina guevarista de cartulina y cotillón que tenemos en Argenchina desde el 2003.
También a mi me gusta Sanguinetti; tiene otro orígen, otra formación y, consecuentemente, otro vuelo intelectual que Mujica; además, es un fino y lúcido observador y analista de la Política y sus procesos históricos. Y también tiene ese rasgo en común con otros presidentes uruguayos: cultivar la sobriedad, el recato y la discreción, además de conservar la campechanía sin caer en la vulgaridad (el único algo "heterodoxo" al respecto, me parece Lacalle, aunque entre nosotros sería deluxe). Si bien Sanguinetti lo aborrece a Mujica, por la historia de éste, siempre lo escuché discrepar en un marco de respeto.
Hace algunos años, escuché a un periodista argentino que viajó a Uruguay a hacerle un reportaje a Sanguinetti. Tocó el timbre de la casa, y lo atendió la esposa, de entrecasa, que le dijo: "Pase, por favor; Julio sacó a pasear al perro, enseguida vuelve.". Al rato, llega Sanguinetti, con el perro y sin ningún tipo de custodia, lo saludó y comenzaron la charla. El ex presidente era, casi, un vecino más, paseando al perro por su barrio, con el respeto de los vecinos, que sabían muy bien qué tipo de vida llevaba y cuál era su estándar.
Volviendo a Mujica, además de su simpleza, su honestidad y su desdén por la materialidad obscena tan propia de nuestro tiempo, hay un aspecto central de su figura, que nos atañe particularmente: el hombre superó la adolescencia ideológica hace mucho tiempo, y se comporta como un presidente real, de un "pequeño" país real, en un mundo real.
El contraste con lo que tenemos nosotros es apabullante en todo sentido.