
En cierta oportunidad, un político argentino es invitado por un par norteamericano a cenar a su casa en el país del norte. Al ingresar a la vivienda, el argentino se sorprende, se maravilla con la fastuosidad del hogar. Pasada la cena, ya entrado en confianza, el político argentino se acerca a su par norteamericano y en voz baja, sigilosa, le consulta.. “Disculpe, pero debo confesar mi maravilla por su casa. Comprendo que quizás sea un atrevimiento, pero la democracia no paga tan buenos sueldos como para mantener semejante vivienda. ¿Puede decirme usted cómo hizo?”.
Sin sorprenderse, el político norteamericano abrió una ventana y le señaló a su par argentino:
-¿Ve esa autopista?
-Oh, sí, grandiosa- se maravilla el argentino.
-Okay, 2 %...
El político argentino comprendió la lección. Tiempo después, devuelve la cortesía e invita a su amigo norteamericano a su mansión, aquí en Argentina. Pasada la cena, entrados en confianza, el norteamericano no soporta la ansiedad y le pregunta al oído a su, ya amigo, político argentino: “Disculpe, pero comprenderá que la democracia no puede pagar un sueldo tal que le permita construir semejante mansión. ¿Puede decirme usted cómo ha hecho?”
Sonriente, el argentino, cual buen alumno, abre una ventana y le pregunta al norteamericano:
-¿Ve usted esa autopista?
-No, no veo nada- contesta el yanqui, mirando para todos lados.
-Okay, 100 %.
