Mi viejo querido carga con 95 gloriosos años.
Lleva una vida serena en compañia de mi vieja, una piba once años menor que él, que lo cuida y lo mima como cuando eran novios.
Para él, recorrer los pocos metros que van desde el dormitorio hasta la cocina, apoyándose en su andador, es toda una travesía.
Por eso, a pesar de que hace un tiempo la empleada del Ministerio de Interior me explicó con muchísima amabilidad que nos darían prioridad cuando nos presentáramos para obtener el nuevo DNI, sin el cual no podría seguir cobrando su jubilación a partir del año que viene, pero que no había ninguna excepción y el trámite debía hacerse sí o sí, se me habían instalado dos preocupaciones.
La más inmediata surgió de imaginarme el trayecto por el largo pasillo de su casa hasta la vereda, la subida al auto, el traslado, el descenso, la entrada a la oficina correspondiente, la espera, por mínima que fuera, el recorrido inverso para regresar...en fin, toda esa serie de acciones que para los que todavía tenemos la osamenta en condiciones medianamente aceptables pueden parecer insignificantes, pero que para él, aunque se tome de mi brazo, implican un esfuerzo enorme.
La otra cuestión que me inquietó fue que, a partir de este episodio que trasuntaba una extraña insensibilidad de parte del Estado para con los más vulnerables, volví a experimentar después de mucho tiempo esa leve zozobra que, como a tantos otros argentinos acostumbrados a décadas de gobiernos nefastos, me asaltaba en los primeros tiempos del kirchnerismo. "En cualquier momento muestran la hilacha", pensaba. "Ahora nos cagan, como todos los anteriores", me imaginaba.
Así anduve un par de meses, demorando el momento de llevarlo, hasta que ayer me enteré de que las autoridades dispusieron exceptuar de la exigencia de obtener el nuevo DNI a las personas mayores de 75 años, basándose en la muy razonable presunción de que quienes aún no lo renovaron, faltando apenas 60 días para el plazo final, no lo hicieron porque se encuentran internados, o porque tienen problemas para movilizarse.
Así que ya está. Respiro aliviado.
Porque mi viejo va a seguir con su rutina de 95 pirulos sin que nadie lo moleste.
Y porque una vez más constato que en mi país se sigue gobernando a favor de los más débiles.
William Scholl
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