Mensajepor inge » Dom Jul 12, 2015 11:58 am
Por Gustavo Campana (Radio Nacional AM 870- Domingos 8.00 hs)
EDITORIAL (“Ellos tampoco olvidan, ni perdonan...”): Entre la sorpresa inicial y la confianza del presente, quedaron desarmadas todas las dudas. Cuando parecía que no había espacio para remontar los sueños viejos, las certezas de Francisco a partir del 13 de marzo de 2013, dejaron atrás las contradicciones de Bergoglio.
Aparecieron rápidamente, las respuestas que terminaron con preguntas urgentes y a partir de ese momento, se acercaron los que habían tomado distancia y se alejaron los que se habían apoderado de la cruz, a sangre y fuego.
Fuera de agenda, apareció un Papa que adoptó una posición muy clara ante la injusticia y en consecuencia, llamó a la pelea. Lejos de mostrarse neutral frente al dolor, convoca en cada oportunidad a los católicos a abandonar la tibieza, para no correr el riesgo de ser vomitados por Dios...
Crecimos padeciendo el divorcio de la Iglesia católica, de todos sus mandatos fundacionales; crecimos mientras la sociedad que selló el Vaticano con los asesinos de una generación en todo el continente, apilaba centenares de cadáveres de laicos, curas, monjas y obispos; que fieles a su juramento, se opusieron a la lógica de la espada con la lógica de la cruz.
Nos marcó el dolor de la verdad, la ausencia de los mejores pastores y el reinado de los traidores que se sumaron a la cacería. Nos dejó sin sueños, la restauración conservadora que durante 35 años, entre 1978 y 2013, encabezaron los dos encargados de domesticar a la Teología de la Liberación, la "opción por los pobres" y los curas del Tercer Mundo.
Pero como si fuera parte del perfume de época que vive el sur, el continente se encargó de parir un Papa inesperado, con retazos de Juan XXIII y Paulo VI. De uno de esos países con presidentes cada vez más parecidos a sus pueblos, salió un raro conductor construido en los '60, con los postulados del Concilio Vaticano Segundo. Del fin del mundo, como calificó a su cuna cuando fue ungido, apareció un extraño líder que homenajea en silencio, la honestidad que le costó la muerte a Juan Pablo I.
Sin perder de vista la sorpresa inicial, porque ya estamos cansados de quemarnos con leche, ver vacas ajenas y llorar nuestras lágrimas; pero arrastrados por la confianza que se anima a gritar "quiero retruco" en el presente, por estos días seguimos con complicidad por latinoamérica, el paso de un Francisco que arma su discurso político, con los mejores pasajes de la palabra del Cristo que "anduvo en la mar".
Convocó a los movimientos sociales a poner "la economía al servicio del pueblo", porque "hay que cambiar un sistema", que ya no se aguantan ni los hombres, ni la tierra. Condenó al viejo y al nuevo colonialismo; pidió perdón por los crímenes contra los pueblos originarios cometidos en nombre de la Iglesia en la conquista y le apuntó a las "nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia".
Llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar por la "tierra, techo y trabajo" y gritó que "ningún poder fáctico tiene derecho a privar a los países pobres, del pleno ejercicio de su soberanía".
Habló de los "campesinos sin tierra, las familias sin techo, los trabajadores sin derechos y las personas heridas en su dignidad" e imaginó el futuro de la humanidad, en manos de los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos".
Denunció a "las guerras sin sentido", a "la violencia fratricida" que "se adueña hasta de nuestros barrios" y a "la tristeza individualista que esclaviza" e "invito a construir una alternativa humana, a la globalización excluyente".
¿Que les molesta tanto a Clarín y La Nación? Que Francisco haya bajado a Ecuador, Bolivia y Paraguay, como un profundo jefe político y no como un líder religioso destinado a domesticar la protesta de las mayorías.
Que no se muestre como el gerente de personal de los centros financieros de poder, convocando a desactivar la pelea, con un oportuno "Dios proveerá".
Que inunde su presencia de doctrina, con frases hasta no hace mucho impensadas, para el titular de la Iglesia católica. Aquel Bergoglio funcional los fines de la derecha local, ya no existe y se lo facturan cada vez que pueden; están tan desconcertados, como decepcionados. Se sienten engañados...
Pueden inventar un cruce con Evo, por el Cristo en la hoz y el martillo, del inolvidable jesuita español Luis Espinal o promover un encontronazo con Cristina, cambiando el sentido de un saludo, que mal que les pese, volvió a acercarlo a la presidenta.
¿Cómo digieren que un viejo aliado haya dicho, que "si la política se deja dominar por la especulación financiera o la economía se rige únicamente por el paradigma tecnocrático y utilitarista de la máxima producción", no se podrán comprender y menos aún resolver, "los grandes problemas que afectan a la humanidad?". Imposible...
¿Adónde esconden su castigo explícito a la concentración monopólica de los medios de comunicación?
Y encima, en Asunción recibió a las hijas de Ester Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, que fue secuestrada a fines del '77 en la Iglesia de la Santa Cruz, junto a Azucena Villaflor y María Ponce y a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Francisco fue empleado de Ester en un laboratorio durante la década de 1950, cuando tenía 17 años y no había tomado los hábitos.
Fue demasiado. Francisco no fue "el traidor que puede más que unos cuantos" y ahora, como mucha delicadeza, comenzaron a pasarle facturas mediáticas por el atrevimiento. Cuando parecía que no había espacio para remontar los sueños viejos, las certezas de Francisco a partir del 13 de marzo de 2013, dejaron atrás las contradicciones de Bergoglio. No saben como esconderlo, como silenciarlo, como ocultarlo. Y ellos, tampoco olvidan, ni perdonan...