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Me parece que a ECHEGARAY hay que leerlo mas seguido.....
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Gravar el capital siempre suena bien
Hasta un asustador de capitales como el titular de la Afip, Ricardo Echegaray, les mandó decir a los diputados de su propio palo que no se aten los rulos con el gravamen a la renta financiera.
Parecen tener los ojos vendados. El gran supuesto no dicho en la mayoría de las pocas propuestas escuchadas en esta campaña electoral es la convicción de que todo seguirá igual. Es decir, que los precios internacionales, la situación fiscal, la competitividad de la economía y la capacidad productiva son y serán las mismas que hace cuatro años. Y que, por tanto, quienes tengan la manija de cualquier nivel del Estado podrán seguir repartiendo felicidad con impuestos que pagan los súbditos. Tal vez sea un exceso de optimismo.
Un buen ejemplo es la propuesta de varios diputados y gremialistas kirchneristas (Carlos Heller, Héctor Recalde, Hugo Yasky, Edgardo Depetri) de “gravar la renta financiera”. Es muy tentador para políticos deseosos de halagar a un electorado que, uno supone, odia mayoritariamente a “los ricos”.
Y más si la propuesta va acompañada por la idea de sustituir con ese ingreso el Impuesto a las Ganancias, que se lleva una porción cada vez mayor del sueldo de cada vez más asalariados.
Hay varios proyectos en .... Básicamente, todos proponen gravar ganancias derivadas de la tenencia de plazos fijos, acciones o títulos públicos. El proyecto con más defensores le impone una tasa de 15 por ciento a los montos de ganancias que excedan los 100 mil pesos anuales.
Los problemas vienen con los detalles. A tal punto, que hasta un asustador de capitales como el titular de la Afip, Ricardo Echegaray, les mandó decir a los diputados de su propio palo que no se aten los rulos. Por varios motivos.
El más importante es que, pese a las fantasías populistas que imaginan un país alfombrado de especuladores multimillonarios, con el impuesto apenas se recaudarían 5.500 millones de pesos. Nada, frente a los 54 mil millones que dejaría de recaudar Echegaray si, a cambio, se impone un piso de 8.630 pesos al mes para que recién desde ahí el salario tribute Ganancias.
Pero Echegaray sugirió algo más. Remarcó que los mayores ingresos fiscales provendrían del impuesto sobre los títulos públicos (2.400 millones) y de los plazos fijos (otros 2.400 millones), mientras que sólo 770 millones ingresarían por el gravamen sobre el tísico mercado bursátil nacional (el mismo que el Gobierno dijo que quería estimular al reformarlo por ley).
O sea, lo que más atractivo perdería para los inversores serían los papeles de deuda que emite el propio Estado. Y la principal afectada sería (a menos que la exceptúen) la Administración Nacional de la Seguridad Social (por lejos, la mayor tenedora de títulos nacionales).
Lo mismo tributarían los plazos fijos. Pero su renta hoy es negativa. Ayer, la tasa de interés más alta que pagaba la banca privada en Córdoba para inmovilizar plata por un año era 18,9 por ciento (si encontraba alguien que congelara pesos un año). O sea, rinde menos que la inflación. Ponerle un impuesto obligará a los bancos a subir la tasa que ofrecen. Y a encarecer el crédito. El mismo crédito que el Banco Central, por otra ventanilla distinta a la de los legisladores, dice que quiere abaratar.
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La isla socialista de Yasky. El de Yasky es un caso notable. En la misma semana en que propuso encarecer el capital, propuso encarecer el trabajo: quiere reducir la jornada laboral semanal de 48 a 45 horas. ¿Cómo imaginará que se compensarían ambos cambios de precio? ¿Con un salto mágico en la productividad general?
Es obvio que Yasky piensa sólo en la representación de su planetita de empleados estatales, una isla de socialismo sueco mantenida gracias a un mercado privado africanizado por una presión tributaria récord. Por eso, su isla es el único lugar donde se cumplen esas leyes tan bonitas.
Alguien debería avisarle a Yasky que después de una década de condiciones externas extraordinarias, el empleo en negro es del 32 por ciento; que desde hace ya dos años el desempleo se mantiene bajo porque crece el empleo estatal, sobre cuya productividad nadie habla; que el costo laboral unitario, aun considerando la devaluación del dólar, está en niveles récord.
En definitiva, que pronto alguien tendrá que pensar en cambios que, al revés, quiten privilegios a la minoría de nuestro socialismo sueco, para tirarles algo a los africanizados. Antes de que estos se den cuenta.
Es más: por una buena década, habría que pensar no en cómo extraerle algún céntimo más a un sector privado exhausto, sino en cómo hacer que el Estado mejore su eficiencia, para sacarle el jugo a cada uno de los 487 mil millones de pesos que, sólo la Nación, lleva recaudados en lo que va del año.
El texto original de este artículo fue publicado el jueves 08 de agosto de 2013 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.