rescate escribió:En los 90 las facturas de luz eran más caras que hoy y nadie se murió de frío, no es Rusia donde el suministro es obligatorio porque se llega tranquilamente a -50 grados. Las facturas siguen atrasadas.
Lo que hay que hacer es enseñarle, ayudar y proveer a la gente a que se desarrolle, no regalarle las cosas. Enseñarle a pescar, no regalarle el pescado, tampoco sacarle el pescado a otro como hace el estado. Enseñarle a poner un estanque de peces ya sería mucho para la visión actual de la sociedad.
No regalar, por ejemplo, para un ciudadano sin recurso suficiente para poder estudiar profesionalmente, se le podría dejar que primero haga el estudio, después consiga el trabajo, y después empiece a pagar lo que le habían dado.
Sigo con el offtopic (favor de ignorar si no interesa el hilo de conversación):
No quiero generalizar a partir de una situación particular, ni me creo ejemplo de nada, pero les cuento mi caso personal. Terminé el secundario en el 87 y arranqué el UBA XXI en el 88. Fue una época turbulenta, donde a Alfonsín le hicieron trizas la gobernabilidad a fuerza de paros, desinformación (no existían las redes sociales) y boicots legislativos. Cuestión que yo quería estudiar ingeniería, venía con una pésima base del secundario y me tocó cursar el UBA XXI durante una huelga docente que duró como tres meses.
Sin clases en la universidad pública, decidí probar con una privada. Era carísima. Unos 400 y pico de dólares de aquel entonces. Impagable, para mí y para mi familia (mi viejo se había fundido con el Plan Austral y se tuvo que poner de chofer de taxi). Me puse a laburar de barman en una disco los fines de semana. Con ese ingreso, unos 150 dólares, y algo más que me arrimaba mi viejo, pedí un "préstamo de honor" en la universidad. Me prestaron entre 50% y 75% del arancel (valuado en "créditos académicos", una especie de UVA de la educación que refleja el costo de la hora-cátedra) durante varios años.
El compromiso de honor era comenzar a devolver el subsidio al recibirme y conseguir trabajo. Y así lo hice. Tardé unos 8 años en pagarlo, en cómodas cuotas que se debitaron de mi tarjeta de crédito todos los meses. No se como hubiese sido si hubiese persistido con la UBA, pero bueno, lo único que puedo decir es que fue una experiencia muy positiva que la universidad confiara en mi y me financiara. Hizo que todo el esfuerzo valga la pena.