Mensajepor quique43 » Mié Dic 13, 2017 12:01 pm
German Fermo. El Cronista.
Cuatro palabras grises: inacción, gasto, déficit y endeudamiento. En esta coyuntura populistamente expansiva ninguna estrategia antiinflacionaria funcionaría, dejemos de mentirnos unos a los otros, desinflacionar desde el 40% con cierta velocidad aceptable requiere inexorablemente de ortodoxia fiscal, un tema absolutamente ajeno a la órbita del BCRA. Mucho se está hablando de lo que hace o deja de hacer la entidad monetaria, también se lo critica por haber decidido ir por inflation targeting en lugar de agregados monetarios, algunos incluso lo cuestionan por decir que las metas son demasiado ambiciosas y, por lo tanto, sub-realistas. Estas discusiones, sin embargo, sólo miran el segundo orden porque con excepción de un minúsculo puñado de economistas, los liberalotes, nadie quiere avivar a los argentinos de que el desastre lo tenemos un nivel más arriba: political fiscal. Nada de lo que hagamos tendrá sentido si no decidimos asumir los costos que implicaría quebrar de una vez la formidable dominancia fiscal que padece este país desde hace setenta años. Macri que es ingeniero, debería comprender que en economía siempre a la larga, prevalecen las restricciones. Y desde el inicio de su gestión se viola la principal de todas: gastamos mucho más de lo que tenemos. Este ciclo tuvo a dos ministros de hacienda y ambos no pudieron solucionar la madre de todos los problemas, es muy fácil desde esa óptica criticar al BCRA, sería muy útil en cambio, mirarse también el ombligo propio. El BCRA también tendría que comprender que expandiendo monetariamente al 30% anual se hace tortuoso desinflacionar rápido aun cuando pongas la tasa en 60%. De esta forma el BCRA enfrenta dos niveles de inconsistencia. El primero es exógeno y se refiere al déficit de Hacienda. El segundo es endógeno y radica en que el BCRA financia con emisión monetaria parte de esta fiesta lo cual describe a lo sumo una “independencia acotada”. De esta forma, el BCRA también debería aprender que en economía no se puede todo y lo digo con el mayor de los respetos.
La meta inflacionaria del 2017 probablemente se pierda por unos 8 puntos porcentuales. El panorama para el 2018 tampoco parecería benévolo por lo que dicha meta podría también perderse por muchos puntos. Existe un conflicto evidente entre la política fiscal y monetaria que exacerbará lo que se viene observando desde inicios de año, claramente la agenda económica parecería tener más objetivos que herramientas. Por un lado, Hacienda debe lograr un fuerte rebote económico, esta es la única carta de póker para la convergencia de mediano plazo. Al mismo tiempo, el BCRA intentará seguir firme en su quijotezca y solitaria cruzada de tasas altas para al menos conseguir una reducción en el margen de error entre meta y realidad. Parecería que a esta altura, el objetivo ya no es alcanzar la meta sino reducir el margen de error en torno a la misma o sea, mutamos una condición de primer orden a una de segundo. Moraleja: el “no plan M” devalúa todo lo que tiene enfrente, hasta la política monetaria. Una cosa es el dulce carry de un portfolio lleno de lebacs y otra muy distinta es la evolución dinámica de un equilibrio general que está comenzando a mostrarnos claras inconsistencias internas, el alto carry es el síntoma de una enorme enfermedad subyacente. Los déficits gemelos nos indican un desequilibrio general que permanece alimentado por un gasto que, por el momento, se decidió no corregir. Los argentinos deberíamos dejar de creer en esta mentira que avalamos todos y comprender que hasta que no lo intentemos, nada funcionará. Tenemos un gran equipo a cargo del BCRA pero no son omnipotentes.