Mensajepor Clinty » Mar Dic 19, 2017 9:11 pm
Históricamente, el marxismo en cualesquiera de sus variantes (leninista, maoísta, trotskista) siempre despreció al desclasado. Ayer vimos al lúmpenproletariat, la clase social más baja y despreciada por Marx, que los consideraba desclasados y descomprometidos con el interés proletario. Lúmpenes agrediendo a proletarios de uniforme, porque eso son los canas que ayer hicieron de escudos humanos: proletarios, con suerte, clase media baja. El neomarxismo, ese engendro de la deriva del 68 francés, la Escuela de Frankfurt, el Foro de San Pablo y toda esa fauna variopinta, alérgica a la disciplina y el laburo, está enamorada del desclasado, del barrabrava, al que ve como una pobre víctima del sistema. Foucault es su lúmen, que consideraba las cárceles y hospitales como mecanismos de expiación y castigo usado por la pequeño burguesía en su temor al pobre y marginal. Zaffaroni, fiel discípulo, homosexual como Foucault y encandilado con el lumpen, es nuestro mayor luminaria que aboga por esta escoria social, claro que vive bien, con custodia permanente de la Federal, en un barrio de clase media, incapaz y cobarde de batirse a duelo como un barrabrava o en la refriega de barricada que vimos ayer. Aman el Cordobazo (sólo que el Cordobazo lo protagonizaron obreros en serio) y sueñan repetir Diciembre de 2001. Cultivan un odio y resentimiento importante, a Macri por su clase social y a todo lo pequeño burgués, al cuál ven mezquino e insensible. Toman coraje porque en estos tiempos, cualquier uniformado que les provoque un rasguño es llevado a un Tribunal marcial en La Haya como criminal de guerra. Algún día volverá un Pinochet o Videla (todo vuelve y la historia siempre se repite) y los ahora valientes guerreros agresores de pobres infelices uniformados que deben exponerse y padecer mil afrentas como un Cristo, sentirán miedo y los veremos esconderse o exiliarse.