Mensajepor quique43 » Mar Jun 05, 2018 7:26 pm
No todas son pàlidas, hay sectores que trabajan, que emprenden, que generan nuevas alternativas en lugar de rascarse el higo y currar.
Apertura.
Los expertos coinciden en que la Argentina cuenta con el talento necesario para posicionarse en el mundo como exportador de biotecnología, pero para esto tiene que convocar a los investigadores: “Antes era absolutamente ajeno y lejano para el científico pensar en tener un emprendimiento personal. El científico, en su mayoría, está movilizado por el impacto pero no entiende que una empresa puede ser un vehículo para eso. Con los más jóvenes es más fácil esta conversación que con uno de 60 años, que tiene otro bagaje cultural”, explica Peire, quien tiene mapeados casi 600 proyectos prometedores en el país.
Damián Lopo decidió innovar en un sector tradicional: el de real estate. Emprendedor nato, ya en el colegio se dedicaba a contratar a compañeros para que jugaran a las bolitas por él y repartían ganancias. Su empresa Newlink Capital, que generó inversiones por más de US$ 70 millones, engloba cuatro firmas: Gaudium, desarrolladora inmobiliaria; Tirium, compañía de inversiones; Landium, un buscador de tierras y emprendimientos para inversores; y Crowdium, una plataforma de crowdfunding inmobiliario transaccional. Para abrirse paso entre grandes jugadores, asegura que la diferenciación es su gran apuesta. “La innovación es lo que marca que puedas competir con empresas de esa envergadura”, explica quien adelanta como próximo proyecto la obtención de una licencia para la primera impresora 3D de viviendas del país.
También es ejemplo de cómo los emprendedores traen nuevas soluciones puertas adentro. Con 15 personas en nómina, asegura que no cree en la palabra ‘empleado’, que reemplazó por ‘asociado’: “Todos ganan en porcentaje, por lo que todos transpiran la camiseta y la empresa como si fuera propia. Nos repartimos las utilidades. Cuando festeja uno festejan todos”.
Redefinir el inicio
El clásico cuento de los amigos que tuvieron una idea y la desarrollaron en el garaje de la casa de sus padres quedó demodé. A la hora de idear una empresa que revolucione mercados, los emprendedores no piensan en una solución sino en un problema. Sobre esa base desarrollan el producto. Pero no queda ahí. Los futuros empresarios no tienen miedo de buscar ayuda y el menú de opciones para dar el primer paso es cada vez más amplio. Company builders, incubadoras, aceleradoras, espacios de coworking o plataformas de crowdfunding cambian el manual de estilo emprendedor tradicional.
Damian Lopo de Newlink Capital quiere
democratizar el acceso al real estate.
Viewmind nació en un laboratorio del Conicet. Un grupo de investigadores desarrollaba un sistema de detección temprana para enfermedades neurodegenerativas cuando Cites, la incubadora de startups científico-tecnológicas del grupo SanCor Seguros, se involucró con US$ 600.000 en agosto del año pasado para ayudarlos a convertirse en una empresa. Pero a este grupo, muy sólido en el armado de la tecnología que tenía un desarrollo de 10 años de estudios, le faltaba una pata de negocios. Convocaron entonces a Matías Shulz, un ingeniero industrial con pasado en startup que quería cambiar de rumbo. “Había fundado una firma de inversiones en agro, pero me di cuenta de que me faltaba algo que me motivara realmente”, recuerda. Con la nueva empresa, esperan cambiar el rumbo de la detección de enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson a través del desarrollo de un eyetraker que toma 120 fotos del ojo y analiza sus movimientos. Divide su tiempo entre Sunchales, donde está ubicada la oficina de Cites, Bahía Blanca, donde tienen base los desarrolladores, y ahora Edimburgo, adonde llegaron a colaborar con nuevos expertos. “En salud, si te ponés fronteras te estás limitando. Podés pensar de manera local para desarrollar el producto pero siempre tenés que actuar de manera global”, explica.
Por su parte, Beeflow tuvo un inicio similar. Grid Exponential detectó la investigación que Pedro Negri y Agustín Sáez estaban desarrollando en el Conicet y les ofrecieron formar parte de su proceso de aceleración. Desde la company builder sumaron a Matías Viel, un administrador de empresas de 26 años que había trabajado en una startup de venta de autos y quería entrar en una compañía con impacto. “Me di cuenta de que el mundo tiene problemas mucho más profundos que vender autos. Y de que mi vida tenía mucho más sentido si yo me dedicaba a trabajar en resolver alguno de esos problemas”, asegura.
Admite que insertarse en uno de estos modelos ayuda a bajar las probabilidades de fracaso, que entre los emprendedores son altas. “Priorizo a alguien que se ponga a trabajar codo a codo conmigo antes de un inversor que pone plata y solo espera el retorno”, asegura el CEO de la empresa que se dedica a desarrollar conocimiento científico para mejorar cultivos a través de la polinización con abejas. Además de los US$ 200.000 que recibieron de Grid Exponential, sumaron otros US$ 250.000 de parte de Indiebio, la aceleradora para startups de biotecnología con base en San Francisco, y su cabeza está hoy en trabajar seis meses en los cultivos de verano en California y volver al verano argentino en los seis meses contrarios.
Los fundadores de Envíopack, Horacio Esteves, Nur Malek Pascha y Daniel Battistelli, padecían, cada uno en su propio trabajo, la falta de innovación que afectaba al sector logístico. Crearon entonces una plataforma para gestionar envíos que centraliza a los proveedores de correo en un mismo lugar. “Veíamos problemas en la conexión entre el retail y la logística. Vimos un problema real que enfrentábamos nosotros y después salimos a buscar una solución que pudiera ser un negocio escalable y regionalizable”, explica Esteves sobre la decisión de enfocarse en ser un nexo entre las tiendas digitales y los correos.
La empresa, que en su primer año facturó $ 23 millones, dio sus primeros pasos en un espacio de coworking en Palermo. “Hoy podés emprender sin tener una oficina y con empleo freelance desde cualquier parte del mundo. Al principio tercerizamos muchas cosas en la economía colaborativa. Y eso te trae beneficios. En el coworking conocimos a gente que terminó siendo cliente nuestro o que nos conectó con otros”, agrega el cofundador de la empresa que ya tiene 500 clientes activos y superó la barrera de los 10.000 envíos mensuales.
Tomás Iakub y Kenneth Sly proyectan facturar más de $ 4 millones con Simpleat.
La plataforma de crowdfunding Ideame se transformó en una alternativa para recaudar el capital inicial y ya logró financiar a más de 2000 proyectos, pero también está mutando para convertirse en una nueva vidriera de productos. Sebastián Di Lullo, su CEO, asegura que son varios los emprendimientos que eligen hacer un nuevo lanzamiento para testear el mercado o incluso optar por una preventa a través de su web. Procer, la empresa que hace dispositivos de lectura para no videntes, consiguió dar vida a los primeros 70 dispositivos, a $ 10.000 cada uno, gracias a una campaña de preventa. En la misma línea, Simpleat, emprendimiento que comercializa alimentos congelados, será el próximo en apostar a esta estrategia con Ideame y este mes se lanzará a recaudar $ 150.000 para abrir un local físico.