Mensajepor Phantom » Mar Oct 25, 2011 12:33 pm
Política, crédito y reservas (XXVI)
Aplastada la oposición, el oficialismo debiera abocarse al mínimo ajuste macroeconómico compatible con los equilibrios; ahora, sin temer que la perdida de favor popular inherente a tan ingrata tarea –¡capaz de fulminar a cualquiera de sus adversarios!– pueda conmover su norte político. Al respecto, presentaré la forma en que probablemente se desarrolle el conveniente proceso, para recordar luego el tenor de los objetivos últimos...
El ajuste perseguirá una meta dual, ya que además de aportar solvencia fiscal y externa probará al populacho los yerros del diagnóstico opositor. Para ello, hará uso de un instrumento adicional al que solo el justicialismo puede apelar. Es menester evitar que la situación se corrija mediante un brusco salto del tipo de cambio o la tasa, porque dicho traumatismo resultaría socialmente punible y, por tanto, políticamente adverso. Si los precios deben modificarse, tendrían que hacerlo sin conmover la atención, cosa que obligará a un ajuste complementario en las cantidades.
Lo más probable, es que el tipo de cambio se incremente hasta neutralizar la devaluación del real; para que la mayor productividad brasileña no erosione más la renta de nuestro empresariado, recientemente conmovida por el costo de la campaña. Pero tal proceder, aunque idóneo, será insuficiente para restablecer simultáneamente el saldo comercial y el superávit primario, en especial, si la propensión europea a importar se resiente. Por tal motivo, atenuar la dinámica del gasto resultará inevitable.
Siendo la inversión una materia pendiente (y su gestión objeto de permanente crítica), el peso debiera recaer en el consumo. La moderación del mismo exige colocar su aumento nominal por debajo del incremento del ingreso. Algo imposible sin la anuencia de los trabajadores, cosa que solo puede lograrse mediante una rápida “cristinización” de la CGT o, dicho en forma más familiar y jocosa: mediante el retiro voluntario del “enterrador”. La reducción real del salario es un instrumento que, por su impía ortodoxia, solo el PJ tiene habilitado; toda vez que únicamente un gobierno “de los nuestros” puede preservar la dignidad del trabajador.
Colocadas las remuneraciones y pasividades –¡o sea, el grueso del gasto público!– en un sendero acorde con la salud fiscal, se podarán algunos subsidios a la energía y el transporte para “recortar excesos” que hoy usufructúan capas socialmente pudientes, cuyo aporte permitirá perpetuar el beneficio de los carenciados. Con la cuenta de capitales cerrada, la atenuación del consumo aumentará el saldo comercial de forma casi inmediata, quedando el problema financiero público limitado a restaurar el crédito para reprogramar vencimientos y conculcar cualquier adversidad que se presente... (¡mientras la monetización del pantano yankee aguante, claro!).
Expuesta la probable instrumentación del ajuste, me permitiré reiterar los objetivos del nuevo mandato tal como los anticipara en Política, crédito y reservas (XVII):
a) Político: “...una reforma constitucional que sume la reelección y suprima los vestigios decimonónicos de nuestra carta magna por formas más afines con la democracia de masas y el descarriado positivismo imperante. Yerran quienes postulan que tal cosa es imposible por requerir su convocatoria mayoría calificada en ambas cámaras. No comprenden que la miserable situación del radicalismo y el odio larvario del progresismo más radical constituyen un terreno fértil para habilitar la maniobra”.
b) Económico: “‘escarmentar’ al campesinado y ordeñar al empresariado. Bonos sí, acciones no se... (¡excepto que el contexto global lo aconseje!) [...] No olvide que el oficialismo digirió estoicamente el voto “no positivo” de su vicepresidente, tanto política como fiscalmente. Ergo, con mayorías propias avanzará sobre los negocios obscenamente, aunque sin molestar demasiado a minifundistas y productores marginales”.
c) Jurídico: “...considero probable una reforma judicial que erradique las fuentes del derecho capaces de atenuar la contundencia, o de diferir el efecto de las normas de orden público”.
BARUCH (amigo de otro barrio)