Mensajepor SMC » Vie Sep 04, 2015 2:25 pm
Desde el origen de los tiempos los hombres fuimos objeto de disputa en los cielos. Cuentan que un angelito quiso demostrar el origen divino del hombre a través de una prueba, a lo que un diablillo consintió tranquilo y relajado como fondo buitre ante los resultados electorales futuros de la Argentina.
Una larga caravana de comerciantes que surcaba a pie con paso fatigoso tirando de las riendas de cargadas mulas por senderos errantes se ve envuelta en una gigantesca tormenta de arena que cambió en instantes la topografía haciéndoles perder por completo el rumbo y la orientación.
Giraron en círculos hasta agotar las provisiones y sus fuerzas. De pronto divisan un vergel, un espejismo donde el fuego abrasador del sol se fundía sobre la arena formando un lago viscoso de oro puro. A su alrededor crecían los más exóticos frutos que torcían las ramas hasta el suelo derramando néctares suaves y dulces que exitaban sus sentidos hasta el éxtasis.
Comieron y bebieron hasta caer en profundo sopor, soñando las cosas más bellas acorde a sus íntimas fantasías. Los unos volaban como aves por el espacio, otros eran acicalados por voluptuosas criaturas sensuales que parecían adivinar hasta los más sutiles sentimientos complaciéndolos sin mediar palabra y educándolos además en todos los secretos. Al despertar comprobaron que todo estaba igual que la noche anterior, regenerándose y multiplicándose como arena del desierto.
El diablillo contemplaba su obra con regocijo deleitándose en el placer ajeno, tomando prestados los sentidos humanos que su naturaleza carecía. El angelito apesadumbrado sólo atinó a despejar los cielos indicando el camino de regreso.
Los hombres cargaron las alforjas con todo el oro que soportaban las mulas y escribieron sobre sus cueros un mapa del lugar paradisíaco, pero olvidaron subir suficientes provisiones. Al poco andar fueron despojándose de la carga, imposible de llevar para las bestias, hasta que al final tuvieron que abandonarla casi toda y sacrificar los exhaustos animales recuperando sus cueros.
Cuando por fin arribaron a destino comprobaron para su sorpresa que los mapas estaban mal trazados y con faltantes, borrados por el roce de la excesiva carga sobre el lomo de las mulas. Seguros cada uno de poseer la clave del tesoro aunque sólo sea una fracción, la escondieron de los demás. Algunos hicieron públicos escritos falsos para despistar, otros los codificaron bajo enigmáticas figuras que fueron perdiendo con los años su significado original.
Desde aquellos tiempos la humanidad es inducida a unirse por un fin común y se encuentra fragmentada por celos y desconfianza recíproca.