Excelente!
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Las mascotas de Cristina
21-05-13 00:00
Compartir Comentar Imprimir Enviar Texto galería Román Lejtman Periodista
La debilidad de un gobierno se mide por el nivel intelectual del gabinete nacional. Si el Presidente conoce sus limitaciones políticas y tiene un programa que coincide con su ideología, sus ministros serán inteligentes, cultos y eficaces. Un Presidente que ejerce el poder respetando las instituciones, no teme que sus ministros exhiban diferencias en la intimidad de Olivos y en las reuniones de gabinete en Balcarce 50. Las diferencias se pueden administrar con el poder y el conocimiento, y se transforman en traición y virus letal si hay ignorancia y culto a la personalidad. La ausencia de conocimiento y la simple lectura de las solapas de un puñado de libros, puede reducir a cenizas una mayoría popular obtenida a fuerza de gestión, recuerdos y demagogia en los medios de comunicación. Es más fácil gobernar entre ladridos: una orden gutural, rinde más que una instrucción precisa, fundada y ajustada a la ley y a los intereses de la sociedad.
El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, teme cada vez que Cristina invita un café en la Casa Rosada. Su formación académica es regular y su capacidad política es nula. A diferencia de Juan Vital Sourrouille, Domingo Cavallo, José Luis Machinea y Roberto Lavagna, el ministro Lorenzino camina plácido por la Plaza de Mayo. Nadie lo cuestiona, pocos lo conocen. Las críticas pertenecen al titiritero.
Amado Bodou cree que una sonrisa ensayada puede ocultar su récord histórico: es el primer vicepresidente en funciones que está bajo investigación de la justicia federal. Apenas lee los diarios, y jamás le han escuchado que haya comentado un libro que no sea liviano y exceda las 300 páginas. Se ha transformado en la representante de Cristina en el exterior, debido a los problemas médicos que soporta. Para la Argentina es un problema: cada vez que visita un estado extranjero, su prontuario judicial queda pegado al nombre de nuestro país.
El viceministro de Economía, Axel Kicillof, está formado. Estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires, se doctoró como economista en la UBA y escribió dos libros muy interesantes sobre John Maynard Keynes, que el gobierno usa para desarrollar obra pública con sus amigos. Lord Keynes, ídolo del viceministro Kicillof, prefirió regresar a Inglaterra antes de avalar el Tratado de Versalles, que imponía a Alemania una deuda incapaz de pagar sin sangre y más guerra. Keynes optó por privilegiar su ética personal que por permanecer en un puesto oficial. Kicillof tiene diferencias con Cristina. Y guarda silencio. Escribir es más fácil que dejar el poder.
Mercedes Marcó del Pont, es presidenta del Banco Central, licenciada en Economía y tiene un máster en la Universidad de Yale, una prestigiosa casa de altos estudios en Estados Unidos. Junto a Kicillof está en condiciones de debatir con Cristina sobre la pesificación, la remesa de utilidades, el déficit fiscal y el tipo de cambio. Pero ama su puesto público y teme la reacción de Cristina. La mezcla de ego personal y síndrome de Estocolmo sepultó sus conocimientos académicos y su formación intelectual. Ahora sólo sonríe, y toma mate para endulzar su melancólica angustia profesional.
La Casa Blanca nos borró de su agenda oficial. El G20 se reunirá en San Petersburgo y discutirá una agenda institucional vinculada a la transparencia de las cuentas públicas. La Unión Europea no encuentra un camino para recuperar las relaciones diplomáticas con Argentina. Suiza y Wall Street investigan a importantes empresarios vinculados con Balcarce 50. La OEA y la ONU cuestionaron la reforma al Poder Judicial. Y la economía nacional languidece. Temas básicos que deberían tratarse en una reunión de gabinete, para que todos los ministros expongan su mirada y la Presidenta ejecute un plan de acción. Se trata de una metodología usada alrededor del mundo. No es una novedad de la ciencia política. Simple rutina, en gobiernos populistas, conservadores, demócratas, liberales y comunistas.
El domingo pasado, sin gabinete ni agenda oficial, a la espera de los últimos capítulos de Game of Thrones, Cristina emitió una catarata de tuits para presentar a sus mascotas. Así conocimos a Lolita, Vito, Kala, Martita y Rosita. Son perros. Lindísimos, juguetones, obedientes.
No opinan, piensan poco, y siempre mueven la cola.