Les paso una traducción al castellano que hizo un amigo.
COLUMNISTA DE OPINIÓN
Tango argentino de contragiro
Por IAN MOUNT
Publicado: 1 de septiembre de 2011
Buenos Aires
Puede que la ARGENTINA sea el país de la tierra menos indicado para ofrecer lecciones sobre qué hacer frente a una situación de malestar económico. La otrora octava economía mundial cayó en picada a lo largo del siglo XX, gracias a décadas de dictaduras represivas y experimentos incoherentes de mercado. Todo terminó infaustamente en 2001, cuando se declaró en cesación de pagos por $100 billones de deuda soberana, sumiendo a más de la mitad de sus 35 millones de habitantes en la pobreza.
Esto, al menos, es lo que se sabe de Argentina. A partir de allí el rumbo económico dio un giro de 180 grados: un logro en gran medida desapercibido fuera de América Latina, pero que el presidente Obama y el Congreso deberían tomar como inspiración.
Argentina no está exenta de problemas, pero sus resultados económicos recientes hablan por sí solos: la economía ha crecido más del 6 por ciento al año durante siete de los últimos ocho años, el desempleo se ha reducido a menos del 8% con respecto al 20% de 2002, y el nivel de pobreza disminuyó a casi la mitad durante la última década. Las calles de Buenos Aires están inundadas de coches y se estima que los argentinos comprarán unos 800.000 vehículos nuevos este año; Mendoza, la meca del vino, está llena de locales de degustación de alta gama, hoteles y restaurantes de cocina gourmet regional y los plasmas y BlackBerry se han convertido en electrodomésticos básicos entre la clase media.
Argentina ha recuperado su prosperidad, en parte, gracias a una cuestión de suerte: un auge de los commodities ha beneficiado enormemente a este país productor de soja, maíz y trigo. Pero también ha prosperado gracias a medidas económicas inteligentes. El gobierno intervino para mantener bajo el valor de su moneda, lo cual ha dado impulso a la industria local haciendo que las exportaciones argentinas sean más baratas en el extranjero y manteniendo las importaciones extranjeras a precios elevados.
Luego aplicó gravámenes a las importaciones y exportaciones para recaudar fondos y prodigarlos en obras públicas al igual que ocurrió durante el New Deal, aumentando el gasto público de 14% del PBI en 2003 al 25% actual. Como resultado, el país cuenta con 400.000 nuevas viviendas para sectores de bajos ingresos, así como 235 millas de autopista entre las ciudades de Rosario y Córdoba, una obra largamente demorada.
También ha robustecido su estructura de seguridad social: la asignación universal por hijo, que comenzó en 2009 con el apoyo tanto del oficialismo como de la oposición, aporta un estipendio mensual de alrededor de U$S 42 por niño a 1.900.000 familias de bajos ingresos, lo cual también ayuda a fomentar el consumo. Debido a que la cantidad depende en parte de la frecuencia con la que el niño asiste a la escuela, también es probable que mejore el rendimiento educativo del país a largo plazo.
Los resultados también han dado sus frutos políticos: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner obtuvo recientemente el 50 por ciento de los votos en una primaria abierta en contra de nueve candidatos presidenciales.
¿Por qué los argentinos abrazaron un estado con mayor participación? En parte, debido a que el periodo anterior demostró lo mal que las medidas de austeridad (el tipo de medidas impulsadas actualmente por los conservadores en los Estados Unidos) promueven el crecimiento. A finales de 1990, la Argentina redujo drásticamente el gasto público siguiendo órdenes de sus acreedores del Fondo Monetario Internacional. Como era de esperar, entre 1998 y 2002, la economía de Argentina se contrajo en casi un 20%. Fue sólo después de que Argentina le diera la espalda a estas exigencias de austeridad, y de declararse insolvente, que comenzó a recuperarse.
Desde luego que la Argentina está lejos de haber alcanzado una situación ideal: los impuestos a la importación y exportación han ahuyentado a algunos inversores extranjeros, mientras que el incremento del gasto público ha llevado la inflación a más del 20%. También existen problemas de gestión como, por ejemplo, la corrupción, la opacidad del gobierno, las tendencias autoritarias, los impuestos confiscatorios y la tentación de trastocar estadísticas inflacionarias desfavorables. Además, sería ridículo sugerir que los Estados Unidos sigan su ejemplo y se declaren en cesación de pagos.
Pero aun así, la Argentina ofrece lecciones valiosas. Por un lado, que la extrema reducción del gasto durante un período de estancamiento económico sólo inhibe el crecimiento. Por otro, que el fomento del gasto público para promover la industria local, los programas de infraestructura en favor del empleo y los beneficios por desempleo no convierten a un país en una especie de parodia soviética. Ponen dinero en los bolsillos de los ciudadanos de a pie, dinero que luego pasa a estimular la economía. Los recortes en el gasto son necesarios cuando los tiempos mejoran (un imperativo con el que la Argentina está luchando ahora) pero no antes.
Sería imposible trazar un paralelo perfecto entre la Argentina y los Estados Unidos. Pero la gran diferencia entre su política de austeridad y bajo crecimiento de la década de los 90 frente al alto crecimiento y las políticas pro-estatales de los 2000 ofrecen un caso de análisis sobre cómo reactivar una economía. Washington haría bien en prestar atención.
Ian Mount es autor del próximo libro "La viña del fin del mundo: Enólogos independientes y el renacimiento del Malbec"
Una versión de este artículo de opinión apareció en la versión impresa de Nueva York el 2 de septiembre de 2011, en la página A23.