Marca de Radio - 16/10/10
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Los que festejan
Eduardo Aliverti
Antes que nada, vaya el homenaje a la lección dejada por los mineros chilenos, la
sanción del 82 por ciento móvil, el nuevo desempate de Don Cleto y también el exabrupto
del ministro de Economía sobre cámaras de gas y periodistas. Gracias a ellos, la inseguridad
desapareció en Argentina durante toda la semana. De golpe. De un solo saque. Un
verdadero milagro que revela lo cerca que puede estarse de soluciones mágicas para los
grandes dramas nacionales, sin que nos demos cuenta.
En segundo lugar, habrá que insistir con algunos señalamientos de analfabetismo no
ya de economía sino de elementalidad analítica, directamente, a estar por lo que volvió a
escucharse sobre “la plata de los jubilados”. Esa sola preposición implica una demagogia
barata, cínica, que puede comprenderse desde bolsillos flacos y bronca consecuente,
pero no a partir de sujetos (periodistas, legisladores, economistas) con la obligación profesional
de registrar cómo funciona cualquier sistema jubilatorio, por lo menos de este
mundo. El periodista siente un cierto pudor por aparecer tan repetitivo; pero no encuentra
más salida que la insistencia con aspectos básicos, de una obviedad casi obscena,
frente al machacar de barbaridades que a su vez se amplificaron con las justificaciones del
proyecto sancionado por la Cámara Alta. La única garantía para los fondos previsionales es
la buena salud económica, porque no hay otra forma de sostener los pagos y es esa buena
salud, precisamente, la que entre otras cosas permitió incorporar al sistema a alrededor
de 2.400.000 personas que jamás habrían accedido a los beneficios debido a sus carencias
de años aportados. Y a futuro, es el reforzamiento de la cantidad de empleados activos,
cuyos aportes vayan a solventar el esquema, una de las llaves para asegurar la plata no de
sino para los jubilados que habrán de ser. ¿Qué es un descuento jubilatorio que no sea un
salario diferido? Nada. Es una entelequia. No hay una cuenta en la que esa deducción se
deposite y congele. Hay la movilidad de esos aportes, en inversiones diversas, para que la
economía se dinamice y los fondos estén. Sin embargo, bien que el problema es universal
gracias al aumento en las expectativas de vida, la retracción de la natalidad y la precariedad
laboral que trajo consigo la ola liberal de los ’90, en Argentina -visto en números de
escala- hay casi tantos jubilados como trabajadores aportantes. La relación es 1 a 1,4. Son
algunas consultoras del propio establishment, como la de Carlos Melconian, las que establecen
que para pagar el 82 por ciento con fondos genuinos se necesitarían 3 aportantes
más por cada jubilado. ¿Quién puede imaginar que eso pudiera acercarse paulatinamente,
si es que acaso se deja lugar a la fantasía, como no fuere a través de la fortaleza de la
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economía? ¿Qué otra manera hay de soñar con más trabajadores aportantes? ¿Y quién si
no el Estado puede diseñar las políticas activas que marchen hacia allí? Los caraduras que
hoy se preguntan por el desvío de los fondos jubilatorios hacia inversiones que no tendrían
que ver con su objetivo primigenio, ¿qué se preguntaban cuando la plata de los futuros
jubilados era timbeada por las AFJP?
Al citar esto último, claro, se deja cierto ABC del funcionamiento económico para
meterse en la (in)moralidad política propiamente dicha. El Gobierno tiene lo suyo, por supuesto,
porque se limita a decir que lo sancionado no se puede financiar. Pero no explica,
como debe, que no es posible hacerlo por la ausencia de afectación a sectores de altísima
capacidad tributaria. Cada vez que intentó avanzar o discutir en tal sentido, sin embargo,
fueron esos sectores los que le saltaron a la yugular. Basta acordarse del choque por la
125, cuando poco menos le pararon el país. Si ya entonces tenían una rentabilidad galopante
y pusieron al Gobierno contra las cuerdas, ¿qué harían ante la creación de medidas
enérgicas para financiar el aumento a los jubilados que tanto los conmueven? ¿Qué haría
el grueso de la oposición, que no haya hecho ya frente a las retenciones móviles para “el
campo”? ¿Qué harían de distinto si se propusiese el incremento de los aportes patronales,
o del Impuesto a las Ganancias, que no haya ocurrido ya con la propuesta de distribuir
renta empresaria con los trabajadores? La lógica es un doble discurso de hierro: si no se
toman medidas, exigen que se lo haga en nombre del palabrerío progre del oficialismo y
le marcan la contradicción entre perorata y privilegiados que no se tocan; pero al menor
atisbo en la dirección solicitada, el Gobierno es autoritario, chavista o cubano (ver sobre
el tema nota de Sol Torres Minoldo, socióloga, suplemento Cash, Página/12, domingo 26
de septiembre pasado).
Algunas crónicas y datos deliciosos del coloquio marplatense de IDEA, crema del empresariado
local, dan testimonio de la hipocresía sin límites de estos facciosos. La mayoría
de ellos, en voz alta u off the record, coincidió en que el aumento no se puede pagar,
pero aplaudieron cuando se conoció el voto del Gardiner mendocino y hablaron de sabor a
un tiempo que se termina. También a la par, una de las encuestas que se hace entre esos
hombres de grandes negocios mostró que un 80 por ciento cree que la economía estará
“igual o mejor” durante 2011. Y maldicen que la oposición no logre consensuar liderazgo
político alguno. ¿Es explicable esta esquizofrenia? Por supuesto: aun en contra de sus propios
intereses siendo que les va entre bien y fantástico, no aguantan dejar de pensar en
un modelo que a como sea les excite la insaciabilidad. Menem, en una sola e irrebatible
palabra. Se los dijo en la cara uno de los invitados, el historiador económico Pablo Gerchunoff,
al referirse al proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias. “Si
no quieren un populismo arcaico, también deben rechazar un capitalismo arcaico (…) La
propia clase empresarial argentina debería proponer un proyecto de participación obrera
en las ganancias (…) pasando a la ofensiva en materia de equilibrio social”. Podría decirse
que les habló desde el propio palo, con el corazón y con el bolsillo. Pero ellos prefieren
festejar su miserabilidad de ver perjudicado, eventualmente, el capital político de un
Gobierno que los encrespa antes por sus símbolos que por el perjuicio a sus intereses. De
igual modo, Cobos dijo que no tiene idea de cómo financiar lo que votó. Mauricio Macri,
ante la pregunta puntual de qué haría él si fuese presidente, respondió que lo pensaría
cuando lo sea. Y los que se conocen o auto-intitulan como centroizquierda no kirchnerista
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(pinosolanismo y algunos “socialistas”), que en parte y cuando el debate en Diputados
tuvieron aunque sea la dignidad de preocuparse por mostrar fuentes de financiamiento,
sí hablan de que los sectores del privilegio sufran más tributación pero, bueno, hay el pequeño
problemita de con qué fuerza política se hace eso; y, por tanto, de cuál esquema
de alianzas eligen…
Digamos entonces algo obvio ya bastante dicho, pero imposible de evitar porque es
la madre de todos los borregos: a relevo de pruebas por confesión implícita de las partes
opositoras, esto no se votó por sensibilidad hacia los jubilados sino para joder a alguien
que para el caso se llama Gobierno. Los que más tienen, de tanto que esto no los jode,
andan de fiesta.
MARCA DE RADIO, sábado 16 de octubre de 2010.