Mensajepor Galaico » Vie Sep 23, 2011 2:43 pm
Por Roberto Caballero
Autopsia de una operación de prensa
Roberto Caballero
Silvana Giudici (UCR) comandó la Comisión de Libertad de Expresión de Diputados, fue una opositora fervorosa de la nueva Ley de Medios y su tarea le reportó el 2% de los votos en la elección porteña, anterior a las primarias. Es difícil empeorar ese resultado. Pero no imposible. No, al menos, para Giudici, que ayer montó una operación de prensa desde el Parlamento –acompañada por Patricia Bullrich y Ricardo Gil Lavedra– para instalar la existencia de “listas negras”...
Que perjudicarían a periodistas que informan sobre la inflación, al parecer confeccionadas por Guillermo Moreno, del que ya se sabe que es polémico, o para no restarle dramatismo al asunto, un perverso incurable. La operación contó con el soporte de las ediciones digitales de Clarín y La Nación, los dos diarios enemistados con el gobierno K. Para eso, confundieron adrede las potestades de la Secretaría de Comercio Interior, dependiente del Poder Ejecutivo, con las decisiones de otro poder, en este caso, el Judicial. Moreno se presentó en un juzgado y pidió que se investigue en qué se basa Carlos Melconian, titular de M&S Consultores, para dar índices de precios que contradicen a los del Indec.
Ayer se conoció que el juez en lo Penal Económico, Alfredo Catania, hizo lugar al pedido de la fiscal del caso, Carolina Robiglio, solicitando medidas probatorias del supuesto delito de fraude. En el marco de la investigación, la fiscal –y no Moreno– requirió a los diarios Clarín, La Nación, Página/12, BAE, El Cronista Comercial y Ámbito Financiero –no así a Tiempo Argentino ni a Perfil– para que informen si facturaron espacios publicitarios a M&S Consultores desde 2006 a la fecha, y también la nómina de periodistas que publicaron notas vinculadas a índices inflacionarios en el mismo lapso. El juez Catania dio el visto bueno. Se puede presumir que los periodistas, quizá, sean citados como testigos, lo cual es lícito, pero no deja de ser una torpeza desconocer que su labor profesional goza de fueros especiales, con rango constitucional, que permiten preservar la identidad de las fuentes de un artículo. Un periodista publica lo que sabe o le consta y aquello que no está incluido en su nota es, precisamente, porque no lo sabe ni le consta. La mayoría de las veces, citarlo para que revalide en sede judicial lo que ya escribió y firmó con su nombre y apellido es una pérdida de tiempo. Catania y Robiglio no pueden ignorar esta realidad. Es cierto: el requerimiento no constituye una imputación con fines persecutorios desde el vamos, y es una exageración, cuando no un brulote efectista, asociarlo a un atentado a la libertad de expresión, pero no decir que es desaconsejable y procesalmente estéril sería convalidar una zoncera judicial. A todo esto, lo importante es que en la denuncia original de Moreno no existe este reclamo, ni siquiera como exigencia solapada.
Sin embargo, Giudici y sus colegas utilizaron la escenografía del Congreso para presentar el fallido judicial como obra maléfica del secretario de Comercio Interior, fabricando así una noticia falsa o antojadiza, eludiendo la básica premisa de que los poderes, en una república, son independientes. Los diputados del residual Grupo A no llamaron a los medios para anunciar que van a pedir el juicio político de Catania: los convocaron para que los ayuden a construir y sobredimensionar un escándalo inexistente en procura de los votos que les faltan en octubre. A eso se le llama operación de prensa.
Justo en la víspera, además, de la reunión en Washington entre funcionarios argentinos y técnicos del FMI para acercar posiciones sobre la medición de precios. Por la tarde, las agencias internacionales ya habían despachado cables hablando de lo malo que es Moreno, de lo mucho que miente el Indec y de lo poco o nada creíbles que son las estadísticas oficiales argentinas. Todo, por supuesto, opinable.
Nada decían, sin embargo, de la credibilidad electoral en baja ni de la condición de denunciantes seriales de sus inflamadas fuentes. Quizá porque tienen suerte y sus casas matrices están a miles de kilómetros de las garras del demoníaco Moreno, que ya acabó con todos los empresarios y ahora, muy cebado, quiere comerse también a los periodistas crudos.